Intervención de Juan A. Llopart en el coloquio llevado a cabo en Tesalónica (Grecia)
Nosotros, tal como reza el título de esta
reunión, optamos por la Acrópolis frente a Wall Street, por la
Acrópolis como la de Atenas, donde se halla el templo a Atenea, frente
al templo neoyorquino donde se rinde culto a la finanza, a la
especulación, al beneficio a costa de hundir países, pueblos y familias.
Nosotros optamos por eso, y sin embargo, somos perseguidos.
Perseguidos porque representamos la
esperanza de Europa. Nuestra común patria, donde el futuro nos llama
irremediablemente. Y esa patria no puede en modo alguno, ser una copia
de aquello que pretendemos combatir. No nacerá, lo sabemos bien, de
oscuros despachos. Ese experimento nos ha llevado a la situación actual.
Ha de nacer de una voluntad popular, social, nacionalista. Y nosotros
estaremos en la vanguardia de esa voluntad.
Los bastardos intereses mercantiles que
están llevando a millones de ciudadanos europeos a la desesperación y al
suicidio, han de ser erradicados con la implantación de un sistema
verdaderamente participativo en lo político y en lo económico. Que desde
la base, cada institución europea sea la expresión exacta del pueblo
europeo.
¿Y a quién molesta esto? A la élite
mundial, la Nueva Clase global, formada por gobernantes, capitalistas,
etc., que se creen que puede dirigir los asuntos del planeta como un
equipo de técnicos controlando una gran maquinaria. El capitalismo, para
ser tal, necesita carecer de dos cosas: alma y patria.
Alma, porque permite que los efectos de
la crisis se ceben en los más desfavorecidos, los más pobres. Las
grandes empresas y los bancos que han actuado despiadadamente han visto
su actitud codiciosa recompensada con la inyección de más dinero, de más
crédito. Las familias, los trabajadores, tienen que seguir pagando sus
deudas, y si no pueden, han de escoger entre el comedor social o el
suicidio, ya que si por nuestros gobiernos fuera, tiempo haría que
muchas familias hubieran muerto de hambre. El director de su banco,
seguro que no.
Patria porque todos los pueblos del
globo, independientemente de su color o religión, para ellos no son más
que parcelas de actuación, terrenos donde “sacar lo que puedan” y
asaltar seguidamente el terreno adyacente, exprimir a sus habitantes y,
si sus tradiciones o formas de vida ofrecen resistencia, exterminarlas
por antidemocráticas, primitivas, etc.
El burgués, el representante de esta
forma económica tan agresiva, es el polo opuesto del héroe. Ellos buscan
sacar de la vida, y los héroes son los que buscan dar a la vida, a su
comunidad, a su Patria…
Lo que sucede, es que el burgués ha
mutado en parásito… Para vivir, ese parásito nos hace a todos participes
de su labor: todos tenemos cuentas en el banco, todos debemos
hipotecarnos, pedir préstamos. Todos debemos a quien nada ha producido.
Todos somos víctimas de un sistema que utiliza el anonimato como escudo,
una ingeniería financiera que nadie sabe dónde empieza y dónde acaba.
Pero hay algo que sí es evidente: al final de la cadena, alguien, en
alguna parte, paga. Con su dinero, sus propiedades o su vida. Y ese es
el mayor crimen imaginable, que arrastra a familias y pueblos enteros.
El fruto del trabajo del mañana, ya está
hipotecado. La banca seguirá alentando el deseo de bienes o prestigio
entre las personas. Los gobiernos seguirán al servicio de las élites
económicas.
Pero todos sabemos que las consecuencias
de esta crisis serán devastadoras, y que los premios a la mala gestión, a
la codicia, generarán otras crisis aún peores.
Estamos en la época de los tecnócratas,
de los gestores del capitalismo, que han heredado las condiciones
sociales creadas por ese sistema económico, pero que no lo crearon. ¿Y
qué significa eso? Significa que heredaron la casa, pero no la fuerza
para construirla. Los burgueses que hicieron las revoluciones americana
y francesa del siglo XVIII inauguraron una época nueva en la historia
de la humanidad. Sus descendientes aspiran a conservar brutalmente su
hegemonía. Pero su hegemonía ha entrado en descomposición. Cada vez hay
una mayor movilización social ante la crisis, los sindicatos oficiales
que han traicionado a los trabajadores están siendo cada vez más
arrinconados. El estupor, la sorpresa siguen en el aire. Y la
descomposición seguirá su camino. Y la misión de los militantes
patriotas y revolucionarios era, es y será colocarse a la vanguardia de
la protesta, una protesta que se articulará en un poderoso movimiento
que recorrerá nuestras sociedades de arriba abajo, y que acabará
convirtiéndose en la gran oportunidad.
Porque pensar que el sistema se
recuperará y que aquí “no ha pasado nada” es algo propio de derrotistas.
Nosotros, como Pierre Drieu La Rochelle, también decimos: “Puesto que
el orden burgués y la cultura que producía se dirigen a paso rápido
hacia la muerte, puesto que el maquinismo capitalista, poseído por el
demonio de la cantidad pura, no sabe crear más que una humanidad de
esclavos en un universo frustrado de todo valor espiritual, ¿dónde
situar mis esperanzas sino en la Revolución? ¡Ella es mi esperanza, mi
símbolo, mi lugar!”
La Revolución contra su orden
presuntamente democrático, esa es la clave. En nombre de la democracia
pueblos enteros están siendo agredidos, como el palestino, como el
sirio… En nombre de la democracia se están apoyando a sangrientas
dictaduras, a sangrientos regímenes basados en fanatismos religiosos, ya
que la base de esos regímenes se halla en su apoyo total a la política
internacional de los Estados Unidos. El nombre de la democracia ya
designa en realidad a una ilusión con la que se engaña a los pueblos.
Contra esa falsa voluntad popular, alcemos la bandera de la verdadera Europa, de la lucha social y de la identidad.
Una Europa fuerte y unida, la cual, al
formar parte del continente euroasiático, por las inexorables leyes de
la geopolítica, ha de acabar formando una entidad política con Rusia,
más tarde o más temprano. Primero porque Rusia es un gran productor y
exportador de recursos energéticos de primer orden que nos harían
independientes tanto del mundo árabe, como de los USA. Segundo, para
volver a tener peso en el mundo, nuestra posición geográfica ha de poder
llegar hasta dos océanos, como son el Atlántico y el Pacífico. Es
importante llegar allí. Con solo ver un mapa, vemos con claridad que
Europa y Rusia forman una sola unidad, con mares helados al norte, un
océano al este y otro al oeste, montañas y desiertos al sur… Es
indudable que Europa es el centro del mundo habitado, y que dominarla es
la clave del dominio mundial. Por eso los USA están promocionando
conflictos alrededor de esta potencia, la eurorrusa, en devenir. Europa,
en estos momentos, necesita crecer, y ha de hacerlo sobre tierra
continua, continentalmente, hacia Rusia. Siberia son muchas tierras y
pocos habitantes, Europa lo contrario. Así pues, tenemos con qué llenar
esas tierras. Además, la cultura rusa y la europea tienen antepasados
culturales y espirituales comunes, que pasan por Roma y por Bizancio, y
sobretodo por el anhelo de Moscú de ser la “tercera Roma”.
Lucha Social, porque representa, a fin de
cuentas, la forma actual más efectiva para recuperar los antiguos
vínculos destruidos por el capitalismo: la tradición, la patria, la
familia. Si bien asumimos las críticas clásicas contra el capitalismo,
discrepamos de las formas marxistas y materialistas, y afirmamos un
socialismo orientado a recuperar el viejo sentido comunitario destruido
por la sociedad industrial y financiera, masificadora e individualista.
La socialización, el solidarismo, son la base imprescindible para la
edificación de la Europa futura, del mismo modo que el actual sistema
económico puede ser dado por muerto.
Identidad, porque la identidad nos aleja
de la masa anónima y del individuo programado. La defensa de las
identidades que conforman Europa es el mejor antídoto contra una
globalización enemiga de todos los pueblos del planeta. Del mismo modo
que somos hijos de Grecia, no por ello somos griegos. Compartimos una
visión del mundo, unas raíces, pero el resto se ha expresado con la rica
diversidad de la que siempre ha sido capaz nuestra Europa, la tierra de
las cien banderas, las cien lenguas, las cien músicas y los cien
proyectos. Hoy, nos reencontramos de nuevo, en la cuna de la
civilización europea para decir, bien alto:
El Espíritu de la Acrópolis es la vida de los Pueblos.
El Espíritu de Wall Street es la muerte de los Pueblos.
¡Arriba los Pueblos de Europa!
¡Arriba Grecia! ¡Viva España!
No hay comentarios:
Publicar un comentario