La cajetilla de Gitanes, ¡he ahí otro afrancesado!, es la eficaz gasolina de este Panzer dialéctico llamado Jorge Verstrynge (Tánger, 1948) que lleva amenazando el Rin celtibérico desde que comenzó como joven delfín de ese oxímoron llamado Fraga demócrata. Esta vehemencia, esta afortunada vehemencia, le valió el apelativo de “cantamañanas” por el quejoso Juan Benet,
pero ¿no lo era también Danton cuando clamaba “audacia, más audacia y
siempre audacia” frente a todas las tiranías europeas? En su nuevo papel
de ancien enragé, otro oxímoron, Verstrynge demuestra más vitalidad que
nunca; esperamos que, a diferencia de Danton, nunca ruede su cabeza.
Se conoce poco tu doble ascendencia franco-hispana. ¿Cómo has crecido con esa doble vertiente cultural?
Nací
en Marruecos, como es sabido. Una parte de mi familia, por parte de mi
madre, era española y por el lado de mi padre era belga,
originariamente. Luego, posteriormente, mi padrastro era francés. Me he
educado con cierta ambivalencia en ese aspecto, pero con una impronta
francesa. Si ves aquí, el 98% de los libros están en francés.
Eres parte de esa educación sentimental, parafraseando a Flaubert, propia de un cierto intelectual de los 70.
Bueno, es que mis autores favoritos son franceses, claro: Flaubert, Balzac, Martin Du Gard, Montaigne… Si me pides que te dé una nómina equivalente de autores españoles, no podría.
¿Nunca te han interesado los literatos españoles?
Sí, Blasco Ibáñez, por ejemplo… Unamuno, pero nada más. Nunca pasé de treinta páginas del Quijote y mira que lo intenté (risas). No podía: era humanamente imposible para mí.
Naciste
en Tánger, en 1948, y es un aspecto que suele quedar desdibujado en tus
entrevistas, cuando es un lugar y una época fascinante (Burroughs,
Casablanca, etc.) ¿Cómo fue crecer en un país colonial?
Era una película, casi Lo que el viento se llevó. Mira, Casablanca
originariamente no se llamaba así, sino que se llamaba Tánger… pero no
podían utilizarla en el título porque la habían bombardeado, y realmente
Casablanca era zona francesa clara. Tánger era zona internacional por
aquel entonces y los marroquíes, los de Rabat, la llamaban “la
prostituta” ya que se había acostado con todos: portugueses, ingleses,
españoles, alemanes… El ambiente de Casablanca era el ambiente de
Tánger. Todavía, hace unos años, yendo por la calle se me acerca un
chiquito y me dice: “¿Marihuana? No, gracias. ¿Hachís? No, no. ¿Coca?
No, no. ¿Un chico? No, no, no tampoco. ¿Una chica entonces?”. Y ya le
dije, “Anda, toma un dírham y déjame en paz”. (Risas). Eso, claro, no
ocurre en la Casablanca histórica que yo conocí, que era virtualmente
una ciudad francesa. Tánger, en cambio, era una ciudad mestiza.
Tánger
tenía status internacional desde 1912, bajo el pacto entre España y
Francia. Tiene fama, en los textos de inicios de siglo, de ser un nido
de espías.
Total.
Cuando era pequeñín, veías de pronto una lancha, cerca del puerto; se
acercaba a la playa y empezaban a tirar sacas. Eran relojes, armas, etc.
Tánger era la típica ciudad donde podías hacer una fortuna en tres
meses… y perderla en otros tres. De hecho, mi padre se arruinó.
Precisamente
queremos preguntarte por tu padre biológico, Willy Verstrynge-Thalloen,
cuya biografía es propia de una novela de Joseph Conrad.
¡No
sé si tanto como Conrad! (Risas) Él se metió en política en Bélgica,
pero no debió de irle muy bien ya que se fue luego al Congo. Allí fue
pianista en Leopoldville, la actual Kinshasa, y después se vino a
Marruecos, concretamente a Larache. Luego a Tánger, que era el único
sitio donde podía prosperar. Me acuerdo de que una vez consiguió un
contrato con el ejército francés, del protectorado, para hacerles jabón y
contrató a su vez a un ingeniero polaco que decía saber hacer el jabón.
Este jabón, una vez fabricado, llevaba la sosa cáustica a la
superficie. ¡Los tíos se quemaban! Los franceses no tenían muy buena
opinión de él, claro (risas), aunque fue involuntario por su parte. Con
el negocio del crin se arruinó por primera vez.
¿Cómo era la convivencia multiétnica en ese Marruecos colonial?
Era
buena. Hombre, en toda colonia (aunque se llamara protectorado) están
los que trabajan para los demás. Eran evidentemente la masa de población
árabe.
Orwell tiene una cita muy conocida sobre esto “…en una colonia cualquier funcionario colonial acaba haciendo algo sucio”.
Los
franceses, en su trato con los marroquíes, eran duros. El trato de los
españoles con los marroquíes no era tan duro, motivo por el cual había
unos cuantos, no muchos, matrimonios entre españolas y marroquíes. Para
ellas, casarse con un marroquí rico significaba un ascenso en la escala
social. Ese tipo de unión en el Marruecos francés era prácticamente
infinitesimal. Pero las dos relaciones se basaban en el desprecio al
moro, lo cual era injusto. El término moro en mi infancia no era
peyorativo, por eso lo utilizo mucho. El marroquí, al igual que más
gente, lo que quiere es que le trates con dignidad. Si lo haces así, no
tienes ningún problema. Si le tratas como un perro, acaba mordiendo. Y
con toda la razón.
¿Cómo
se vivía allí? Se vivía de cine. Había tres capas… mejor cuatro. Los
marroquíes de abajo que eran los que trabajaban en español, con salarios
muy bajos, bajísimos. Luego estaba una capa de marroquíes ricos, que
explotaban a los anteriores, a los de abajo, hasta el tuétano. Los
europeos eran más considerados, pero los marroquíes ricos eran peores.
El problema de Marruecos es que tiene una clase dominante desastrosa: es
un pueblo maravilloso pero tiene ese problema. Por encima estaban los
judíos, y por encima estaban los europeos. A la cabeza de estos últimos
estaban los franceses. Pero la convivencia era buena: es más, incluso la
convivencia de musulmanes y judíos era buena. Compartían la misma
cultura alimentaria, compartían muchos gustos musicales y no había
antisemitismo. En el Islam originariamente no lo había, no lo hay, pero
comenzó a raíz de la constitución del Estado de Israel.
Todos esos judíos serían en gran parte del exilio sefardí.
Sí,
sí, muchos. Especialmente en Tetuán, pero también en Tánger había una
comunidad importante. Todos esos Ben-Hassan, Abitbol, Ben-Amun… todos
mis amigos judíos venían de Tánger. Se llevaban todos muy mal con mi
padre, porque mi padre era antisemita y los judíos lo sabían.
¿Llegaste a coincidir con el exilio republicano en Tánger? ¿Y con el grupo cultural del diario España de Haro Tecglen?
Era muy pequeñito, pero sí recuerdo el diario España.
Era un buen diario, el más libre que había en lengua española en
Europa. Al que sí conocí fue al marido de una hermana de mi madre, que
se llamaba Juan Mateos, republicano acérrimo, que me soltaba unas soflamas contra Franco…
ponía a Franco a caer de un burro. Ni mi padre, ni mi padrastro, ni
este Juan Mateos tenían a Franco como santo de su devoción. Si tenía
alguna duda, en mi entorno familiar no la había. Los dos hechos que para
mí borraron a Franco del mapa fueron una guerra y un asesinato: la
guerra fue la guerra de Ifni —que fue una humillación enorme, donde los
cañones españoles llevaban ruedas de madera y no nos echaron de allí
porque llegó la flota francesa, su aviación y bombardearon a los
marroquíes— , y el asesinato el de Grimau.
Tu
padrastro, René Mazel, fue tu contrafigura política inicial, siendo
comunista. ¿Cómo acabaste con esta figura en la derecha política?
Yo era esquizofrénico, tenía doble personalidad, políticamente hablando. Nazco en el 48, cuando la pistola de Hitler
todavía humea… Recuerdo un viaje que hice con mis padres a Alemania,
cuando era muy pequeñín —apenas cinco años—, y veía por la ventanilla
del avión las ciudades totalmente arrasadas. Alemania pierde la guerra y
con esta derrota la suerte de los Imperios estaba echada. Ya en 1942 el
abominable Adolfo les dice a los ingleses “yo no sé si vosotros ganáis
la guerra, pero el Imperio no os puede sobrevivir”. Efectivamente,
el mismo 8 de mayo 1945, con la renuncia del ejército alemán, se
subleva una parte de la población argelina en Sétif, que es masacrada.
Al mismo tiempo en la India había habido meneos fuertes; en Pakistán
también, y entonces comienza un proceso de descolonización. Ahora
tienes que ver esto desde el ángulo de que yo había nacido allí: conocía
Tánger, cada loseta de su paseo marítimo, podía ir con los ojos
vendados y volver a mi casa. Para nosotros aquello era nuestra tierra,
que compartíamos con los árabes, en una situación de dominio. Esto de
que nos dijeran “Oiga, ahora vd. se va”… O la maleta o el ataúd.
Un dilema parecido al pied-noir argelino.
Claro, igual, era lo mismo. A nosotros nos llamaban “troncos de higuera”, el equivalente de los pieds-noirs
de Argelia. Yo en aquel momento basculé en defensa del Imperio francés,
no del español que ya no tenía mucha importancia entonces. Y por tanto
estaba de corazón con la OAS (Organisation de l’Armée Secrète). ¿Problema?
Mi padrastro, como es sabido, era miembro del partido comunista. Le
habían expulsado de Francia en 1947, 1948, porque pertenecía a una
célula en Marsella. Por aquel tiempo había un clima de pánico en Francia
ya que se acusaba a los rusos de haber montado en el Partido Comunista
Francés una serie de bases de datos secretas de nombres, que incluía
tanques, algo que colaron a la población. A ello se unía el pánico por
el golpe de Praga, en 1948. A mi padrastro le pusieron un billete de
barco y le dijeron: ¡hala! ¡a las colonias!
Llega
a las colonias con sus ideas, que chocaron con las mías a los 12 años.
Era una persona muy liberal. Se llevó un gran disgusto cuando aparecí en
casa con un ejemplar de Mi lucha, de Hitler, Fascistas y nazis de hoy y seis tomos de Historia del ejército alemán
(risas). Me dijo “Aquí tienes cosas más interesantes de leer, pero lee
lo que quieras”. Como yo era muy lector, leía de todo, me di poco a poco
cuenta de que mi padre tenía razón. Mi padre biológico, de extrema
derecha, me inoculó ideas cercanas al fascismo tanto en lo moral como en
lo económico. Ahí comienza la dualidad: políticamente sigo pensando que
el Imperio francés debe seguir existiendo, pero al mismo tiempo
comienzo a pensar que hay que nacionalizar la banca, las compañías de
seguros, etc. Todo esto último lo he pensado toda mi vida.
Una dualidad interesante.
Recuerdo
que una vez una señora se acercó a mí y me dijo “Ay, ¿por qué no se
quedó usted? Hubiera sido presidente en lugar de Aznar”. Yo me eché a
reír, y Mercedes Revuelta, mi mujer actual, dijo: “Mire, señora,
si Verstrynge llega a ser presidente habría nacionalizado la banca, las
compañías de seguros, las autopistas… y al cabo de tres meses le habrían
puesto una bomba debajo del coche” (risas). Eso me traslada del
neofascismo a una cosa poco conocida en España llamada
nacional-bolchevismo: “No es posible una revolución socialista si el
país no es independiente de todo lazo económico”.
¿Cómo fue tu regreso a España en plena dictadura? ¿Cómo era el país en comparación con ese Marruecos colonial?
La
sensación que tuvimos cuando llegamos a España, al principio, no era
tanto de falta de libertad como de orden. Seguridad en la calle. Era la
comparación entre el autobús que me llevaba desde el Liceo de Rabat a
casa; el conductor lo hacía con alpargatas y el acelerador tenía un
agujero. Cuando llegabas a España te encontrabas que los autobuses no
tenían pedal de embrague, estaban limpios y llegaban a la hora. Y podías
ir por la calle sin ningún tipo de problema; en Marruecos había zonas
donde eso ya no era posible. Al principio, en fin, la sensación era de
seguridad, pero cuando vas entrando ves que esa seguridad tiene un
precio: debías estar calladito.
¿Es cierto que te visitaron dos políticos de la Brigada Social de Extranjería recomendándote leer a Ortega en lugar de Unamuno?
Sí,
sí. Estaba en la calle Leganitos, si no recuerdo mal. A los dos o tres
días de llegar a España me habían traído mis cajas de libros de Francia,
donde había estudiado hasta casi el COU. Llega mi madre a las 10 de la
mañana y me avisa de que hay dos policías esperándome. Desayuno, voy al
salón, los veo mirando las cajitas y digo: “Son mis libros”.
Respondieron: “Ya vemos, ya vemos…”. Uno dijo: “Veo aquí a Unamuno”. Este era lectura obligatoria en las juventudes neofascistas, al igual que en las nacionalbolcheviques.
Lo verían como una especie de Schopenhauer castizo.
Claro,
claro. Entonces me dijeron: “Unamuno es un poco disolvente. Lea mejor a
Ortega”. Y añadieron: “Puede hacer toda la política que quiera en
España… mientras sea anticomunista” (risas).
¿Cómo llegas al mundo de la nueva derecha francesa? ¿A través de algún autor o escritor político?
Pasé del neofascismo al nacionalbolchevismo. La nueva derecha francesa era un especie de nacionalbolchevismo de derechas.
Se
llamaba en el tiempo gaullismo, por su identificación con De Gaulle, y
era una política de autoridad soberana en lo económico frente a los
Estados Unidos.
Sí,
exacto. El tío más próximo ahora, no diré que a la nueva derecha, pero
sí al nacionalbolchevismo es un tío que ha sido ministro de Interior de Lionel Jospin y antes ministro de Exteriores, Jean-Pierre Chevènement.
Dimitió durante la guerra de Irak, la primera, y con él mantengo una
buena amistad. Lo que yo vi en la nueva derecha es que publicaba cosas
que no se publicaban en la izquierda. Lo cual era absurdo: podías ser
perfectamente comunista y nacional, era perfectamente compatible. De
hecho, se hablaba en aquel tiempo de un socialismo a la francesa, de un
comunismo a la francesa. En ocasiones, incluso, se hablaba de manera
contraria a la inmigración.
¿Cómo era la Universidad del franquismo? ¿Llegaste a militar en algún grupo disidente?
Estando en la Universidad no me metí en absolutamente nada. Hasta que en tercero conocí a un profesor que se llamaba Fraga,
que en aquel entonces era el ala izquierda y progre del régimen, porque
había tenido unos problemas muy fuertes con el Opus Dei. En una familia
en que mi madre solo iba a misa de higos a brevas, ¡la Iglesia la había
excomulgado por bigamia!, y mi padrastro y yo éramos ateos convencidos… conecté con él.
Precisamente,
Manuel Fraga parece una figura paterna en tu vida. ¿Cómo comenzó tu
relación con él en la universidad? ¿Cómo llegas a Alianza Popular?
Era ateo militante y…
Esto es bastante interesante: llegas a la derecha política a través de un personaje que estaba enfrentado al Opus.
¡Claro!
Fraga no era ni de los curas del régimen, ni de los curas en general.
Un día estaba con él en el despacho, sería el año 84 u 85, suena el
teléfono y es el secretario de la Conferencia Episcopal. Cuando acaba la
conversación Fraga dice “Llama a los del Senado y diles que se ha
acabado la política de obstrucción”. Y añadió: “No me borro de esto porque mi madre ya era cristiana, que si no…” (risas).
¿Crees que era un demócrata convencido o era un burócrata del régimen?
No
era ninguna de las dos cosas: Fraga lo que quería era gobernar. Era un
patriotismo de gobierno: “Reino con quien sea, como sea… pero necesito
un reino”. Porque además hemos sido unas familias seleccionadas por Dios
para reinar. Cuando venían sondeos favorables, la pifiaba. Le intentaba
convencer de que no hablara del divorcio, del aborto… Entonces un
ayudante mío le pasó un sondeo a Fraga saltándome a mí con la intención
de voto. Al día siguiente, con el obispo de Valencia al lado, Fraga
lanzó una soflama contra el divorcio y el aborto. Perdió seis escaños al
día siguiente. Quería tanto el poder que la cercanía a este le hacía
perder el sentido de la realidad.
Quizá estaba acostumbrado a haber tenido el poder desde siempre.
No,
no: el franquismo puede parecerte a ti, e incluso a mí me lo pareció,
algo monolítico, pero era una lucha de familias desde siempre. El caso
“Matesa”, por ejemplo. Eran luchas entre Falange, el movimiento, el Opus
Dei, el Ejército y los sindicatos. Él estaba acostumbrado a luchar por
el poder. El peligro era cuando lo tenía cerca: es cuando lo perdía.
Una
nueva generación de historiadores, cuyo referente principal es Guillem
Martínez, llevan desde hace tiempo defendiendo el revisionismo de la
Transición. ¿Cómo la viviste en Alianza Popular?
Evidentemente,
el franquismo sin Franco era inviable. Se tenía que ir a un sistema que
yo creía democrático, pero me di cuenta de que era representativo, no
democrático. Era un sistema para el pueblo, pero no por el pueblo.
Esa
es casi la teoría de García Trevijano: consideraba que las democracias
occidentales bajo el capitalismo no eran democracias, sino
partidocracias.
¡Partidocracias!
A ver si nos entendemos: remontémonos a principios de siglo. Mete los
apellidos de los que mandaban entonces y los que mandan ahora… Son
familias, son familiares. Tienes una serie de nombres que aparecen con
la Monarquía, con la República, con el Frente Popular, con Franco, con
la Transición, con el Partido Socialista. ¡Incluso con el Partido
Comunista! Esto no es ni siquiera una partidocracia: es una casta. Todas
las castas gobiernan en beneficio propio, pero ahora no están los
rojos. La casta, entonces, se ha transformado en la jauría: una jauría
por definición es siempre depredadora.
Esto lo citaba Varela Ortega en Los amigos políticos respecto a la Restauración: el sistema político funciona como un sistema de favores entre familias.
Claro.
El sistema parlamentario representativo en países con tradición
parlamentaria, por ejemplo Inglaterra, permite a las familias establecer
un sistema por el cual cada miembro de la familia tiene presencia en
formaciones políticas diferentes, con lo que siempre un miembro de la
familia está en el poder. Y nunca hay peligro de que te peguen un tiro:
las elecciones son la ritualización de la agresión, como todo el mundo
sabe. Sin sistema electoral, los cambios son vía cuchillo, veneno o
tiro; en un sistema electivo no te eligen, pero eligen a tu hermano o a
tu primo, a tu tío, etc. Es una casta.
Casta que se adaptaría en la Transición.
Yo no tenía edad para ver lo que se estaba haciendo por aquel entonces, pero realmente era lo de Lampedusa y El Gatopardo:
“Cambiar todo para que nada cambie”. Eso fue lo que se hizo, aunque las
formas fueron diferentes. A mi mujer la han detenido esta mañana por
manifestarse una hora en Atocha, en un escrache. Se ha negado a
identificarse a la policía, la han llevado a comisaría y le han cogido
las huellas: ya está fichada.
En
la época de Franco probablemente le habrían pegado además una patada en
el culo… aunque ahora a veces también dan patadas. En estos momentos
hay un cerrojazo: no puedes pedir identificación a 40 tíos que se están
manifestando en la calle, es un derecho constitucional. Después de la
caída de la URSS, sin comunistas, tienen la autopista para ellos solos.
El propio PSOE me parece una vergüenza que se siga llamando socialista y
español. Me di de baja del PSOE por la guerra de Yugoslavia, por la
guerra de Irak y sobre todo porque la cuota del partido había que
pagarla por cuota bancaria… y pensé: ¿cómo va a pagar esto un agricultor
de Jaén? El obrero de verdad que debía ser militante de este partido.
Alfonso Guerra nos ha dicho recientemente: “Si hiciera la Constitución yo solo, lo cambiaría casi todo…”.
Guerra me ha decepcionado un poquito. No es el Guerra que no iba a Palacio para no ponerse chaqué: Alfonsito
se ha calmado mucho. Los archivos de por aquí, el museo de por allá,
las fundaciones.La gente empieza siendo radical de izquierdas y pasa a
ser de derechas… y yo al revés, pero porque lo que he visto al otro lado
de la barrera no me ha gustado nada.
¿Consideras el artículo VIII de la Constitución como una tutela de la soberanía nacional por el Ejército?
Esto empieza siendo una Panzer-démocratie,
una democracia tutelada por los tanques, y sí, sigue siéndolo. No
porque el Ejército influya tanto como antes, sino porque el monarca
sigue siendo el jefe de las Fuerzas Armadas. Si en este momento se
produce el 23F en España la gente se pondría delante de los tanques, los
echaría a gritos: eso se acabó. La Transición, en perspectiva, ha
terminado: ahora se necesita otra.
¿Crees
que se ocultó el proceso legislativo de la Transición a los ciudadanos?
Es un proceso muy distinto, opaco, al realizado en las Cortes de 1868 o
1931.
Aquí
hay una fábula que se basa en dos postulados: 1.º “El pueblo español se
ganó la democracia”. 2.º “Sin el rey no hubiese sido posible”.
Esto es falso, se pactó a todos los niveles… y se pactó desde una
posición de fuerza. La Transición no fue pactada, fue una Transición
otorgada. Esto o nada. Al final la gente transigía: transigió hasta Carrillo. Y todo el mundo pasó por el rey. Pero hay que reconocer que también el rey se la jugaba: le podían echar por ello.
Las
cartas, en este proceso, están trucadas: Adasollah, un diplomático
iraní, demuestra con una misiva de Juan Carlos I al sha de Persia que el
rey pidió dinero para financiar UCD, rompiendo su neutralidad, a la
manera de Isabel II en el XIX.
También
dinero saudí. El carácter neutral de la monarquía es una mentira: el
rey tiene un derecho de veto que no está en la Constitución, está en el
teléfono. En España nada importante se hace contra la opinión del rey.
Los que dicen “El rey reina pero no gobierna…” no saben que es una
estupidez como la copa de un pino. El rey en este país manda cuando
estima que tiene que mandar. Es el hombre mejor informado de España: se
reúne todos las semanas un día con el director del CNI.
Una especie de línea roja en las decisiones de gobierno.
Evidentemente.
Su intervención en el tema de la OTAN, donde no debía intervenir, fue
definitiva. ¡Y en mil casos más! Ahora lo que pasa es que la casa real
está siendo felizmente dinamitada, veremos si hay suerte;
a ver si esto se emponzoña más y nos quitamos tanto al padre como al
hijo. Que luego viene el hijo del hijo, del hijo… y hay que respetar las
tradiciones históricas: nunca en la historia de España han gobernado
tres borbones seguidos.
Estás cerca de la cita de Saint-Just “Todo rey es un traidor y un usurpador”.
Tengo a Robespierre colgado en una pared junto al retrato de mi padrastro, y debajo hay uno de Marat. En esta casa te vas a encontrar retratos de Napoleón, de De Gaulle, de Robespierre y de Marat.
¿Es la monarquía en España estrictamente necesaria? ¿Crees factible un debate república-monarquía?
Si
no lo ha habido, tiene que haberlo pronto. En el libro que te he citado
reproduzco una ecuación que se me ocurrió un día: el sistema monárquico
depende de la velocidad de un espermatozoide y la velocidad de un óvulo
multiplicado por el porcentaje de crédulos partido por el porcentaje de
cuerdos. Lo que pasa es que esto no sirve de nada: la forma del Estado
no se puede someter a referendo. El pueblo aquí pinta cero y esto,
multiplicado por los intereses de la clase dominante, da la monarquía.
La conclusión es que la monarquía es soberanía limitada, y se basa en la
desconfianza hacia el pueblo. Por eso Franco, que era caudillo por la
gracia de Dios y no la voluntad soberana del pueblo, no se fiaba. En El negocio de la libertad de Jesús Cacho,
este muestra que el rey cobra una comisión por cada barril de petróleo
aquí. Comiendo con un antiguo jefe de gabinete del Gobierno de Felipe
González, me lo confirmó. Yo pensaba que era mentira. Le pregunté “¿Cómo
le permitís esto?”, y él dijo “Dice que su abuelo salió con una mano
delante y otra detrás, y que de este país no se fía”.
Volviendo
a la teoría de las clases conservadoras en España, Cánovas defendía ya
en las Cortes del Sexenio que una democracia no era posible en España
por la falta de un cuerpo electoral, “yo sería republicano si aquí existiera ciudadanía…”, y de ahí su defensa del sufragio censitario y la monarquía como poder regulador.
No creo que esto sea así ahora,
pero lo que dice de los cuerpos electorales y la ciudadanía es
importante. Fíjate, la apelación a la ciudadanía es tan importante que
incluso en regímenes dictatoriales o totalitarios la línea divisoria
pasa por el concepto de ciudadanía. Es decir, si observamos la cuestión
judía, exceptuándola, el trato de Hitler a los alemanes era más conforme
a la idea de ciudadanía que el trato de Franco a los españoles. El
franquismo, originariamente, trataba a los españoles como los
africanistas tratan a los moros: a patadas. Todo ello porque no existía
ciudadanía. Hitler hacía referendos y los ganaba: aquí no se atrevían a
hacer referendos. Se dice que Hitler estableció una dictadura, pero esta
era legal: si coges la Constitución de Weimar ves que Hitler no la
deroga; utiliza el artículo de plenos poderes. Trucado, eso sí, porque
ya no están los socialistas ni los comunistas después del incendio del
Reichstag.
Todo
ello con las tesis políticas de Carl Schmitt… que estaban basadas a su
vez en la teoría de la dictadura de Donoso Cortés: el Estado debe ser
una dictadura si existe riesgo de ruptura.
Sí,
sí, claro. Pero incluso el abominable Adolfo cada cuatro años reunía el
Reichstag para pedir la prolongación de los plenos poderes, algo que
Franco no hizo. El fascismo, especialmente el alemán, era un fascismo
depredador… pero el de Franco era… en fin, la rehostia.
Hablamos con Fusi de que el sistema político del franquismo se basaba en la desmovilización política; “Haga como yo, no se meta en política” es la célebre cita de Franco.
(Risas)
Una vez, no sé por qué, hablé con Aznar y me dijo “Jorge, no te metas
en política”. Y pensé: “Joder, está hablando como Franco”.
¿Se puede hablar de España como una “democracia fallida” o más bien como una “democracia de baja intensidad”?
De
baja intensidad, más bien. Me niego a utilizar la palabra democracia
aquí de la misma manera que me niego a aplicársela al sistema político
francés. En mi opinión, la constitución más democrática que existe es la
venezolana, es la única que defiendo.
El sistema de tres cámaras.
No
solo por eso, sino también por el referendo revocatorio, que es
fundamental. Tú aquí votas por un tío, cuatro años con mayoría, y no hay
manera de quitártelo de encima. Allí si la gente afirma “este tío me ha
engañado”, se convoca un referendo, y si sale un voto más de los
obtenidos mayoritariamente se va fuera y se busca a otro.
Parecido a la Revolución francesa, donde algunos votantes llegaban a devolver los votos.
Exacto.
Volviendo a tus memorias, parece que Alianza Popular era un partido con gran pobreza de medios al lado de la UCD o el PSOE.
La
UCD era el partido real de los empresarios, un partido neofranquista,
ojo. ¿Qué es lo que quedaba en Alianza Popular? Unos notables que eran
la margen izquierda del régimen, un grupo de políticos enloquecidos que
creíamos que AP acabaría siendo un partido socialdemócrata y por último
lo que era la antigua extrema derecha del franquismo. El franquismo, en
su mayor parte, estaba en la UCD, y luego una muy pequeña parte estaba
fuera, en el Partido Comunista de España.
¿Crees que esa falta de fondos de Alianza Popular es una muestra de que Fraga no supo adaptarse al sistema de partidos?
Fraga
comete un error, que le cuesta la carrera, y es pensar que existía un
franquismo sociológico sin Franco. La relación del franquismo
sociológico con Franco era muchísimo más personal, y una vez muerto
Franco todo el mundo recoge sus canicas, recoge sus cartas y las vuelve a
barajar. Esto fue lo que le perdió: había gente que odiaba a Franco;
había gente que idolatraba a Franco, todos ellos sabían que después de
Franco no se podía seguir de esa manera.
¿Existía
mucha tensión con las facciones cristianas o ultraconservadoras en
Alianza Popular? ¿Cómo se podía renovar el partido para robar votos a la
UCD en este inicio de la Transición?
Sí
claro. La demostración de que Alianza Popular no era reformable es que
me tuve que ir. O esto se reforma como un partido o qué coño hago yo
aquí. Por eso intenté convencer a Fraga, al que tenía cariño y le
compraba hasta las cremas para las manchas en las manos; llegó un
momento en el cual Manuel no podía dirigir el partido como lo dirigía,
que era de una forma autoritaria y arbitraria. Reconozco que yo había
contribuido a ello porque era un ejecutor fiel. Pero llegó un momento en
que Fraga no podía mandar así, había tíos con mucha valía: Fraga no
podía mandar haciendo lo que le saliera de las pelotas. En segundo
lugar, un día me preguntó: “¿Por qué los españoles no me votan?”, y yo
le decía “Pues no lo sé, quizá no le conocen bien…”, “No consideran que
soy honesto”, “Sí, es usted honesto, nunca ha robado”. A lo que él
seguía “¿No me consideran suficientemente eficaz?”, “Quizá es que
usted es demasiado eficaz”. Y, por ejemplo, en el tema de ETA no
quieren que se acabe el conflicto colgando de cada farola a un etarra de
San Sebastián a Madrid.
Entonces le convencí de una operación política de un personaje, Jacques Chirac, que era bastante tontaina aunque con los años se ha ido dulcificando, y al que se le llamaba en ese tiempo la Fiera (Le fauve, en francés).
¿Sabe que sale en un cómic de Asterix?
No, no lo sabía; de los últimos debe ser, ¿no?
Sí,
exacto. En Obelix y Cía. hace de un joven tribuno que quiere comprar
menhires al pueblo de Asterix para meterlos en el sistema económico
romano y convertirlos en un país dependiente económicamente… hasta que
el sistema quiebra por la competencia de los menhires romanos, egipcios,
iberos…
(Risas)
¡Es la llamada mundialización! Volviendo a Chirac, al que llamaban la
Fiera por ser un auténtico depredador, le convencen de que se presente a
la alcaldía de París y gobierne París. Y pensé, ahora sí tiene
posibilidades de gobernar porque ha demostrado ser un gobernante
democrático. Entonces convencí a Fraga de realizar la operación…pero yo
me fui de vacaciones, luego Fraga se fue a Santo Domingo y no quise ir
con él. Le dije: “Yo no voy, porque era más del anterior, el que los
americanos echaron, Juan Bosch”. En vacaciones, la extrema derecha, el Opus, empezó su campaña de manipulación contra mí en el partido para controlar a Fraga.
¿Tanto poder tenían las facciones cristianas en el partido?
En
afiliación no, y en cuadros provinciales tampoco. En estos últimos,
sumando extrema derecha, Opus y cristianos acérrimos, no llegaban al
20%. Ahora, su influencia era enorme en la cúpula del partido. La
influencia del Opus, paradójicamente, era total: Isabel Tocino… y
luego estaban los tardofranquistas. Me di cuenta de que no tenía nada
que hacer en el partido cuando tenía que ocupar el 90% de mi tiempo en
parar los golpes que me atizaban. Y no había entrado en política para
conservar el puesto, sino para mejorar el país.
¿Tenían mucha fuerza estos elementos conservadores en algunas provincias?
Evidentemente
en Navarra, Logroño, Comunidad Valenciana… Jaén, Granada,
Sevilla…Málaga mucho menos. Cádiz apenas, era territorio de Rodrigo Rato. Extremadura poco.
Gran parte de esos diputados los ha heredado el PP, y es en distritos electorales donde la religión hace difícil la ciudadanía.
Hombre,
depende. Valencia fue republicana hasta el final, y tienen una gran
tradición cristiana. Ahí también tienes que cruzar los datos con PNV y
con CiU.
Citas
algo en tus memorias que también hace similar a Alianza Popular con el
PP actual y es la deficiente gestión con los medios. Cuentas que Fraga
odiaba y vetaba a Francisco Umbral y que llegó casi a golpear al
recientemente fallecido José Luis Gutiérrez. ¿Tan mal lo tenía con la
prensa AP?
Es
que Alianza Popular no tenía relaciones con la prensa; el que tenía
relaciones con la prensa era Fraga. Y yo un poquito. Pero el monopolio
era de Fraga. Él también tenía empitonado a un tío cojonudo, el
corresponsal de Le Monde en Madrid, José Antonio Novais, al
cual le hacía la vida imposible. Con la Ley de Prensa que consigue, que
elimina la censura previa, él tiene ya relaciones con la prensa, y a
los periodistas les hacía desfilar al paso de la oca: aquí la prensa no
se movía. Esta tradición se ha heredado cuando uno ve las relaciones
entre la prensa y la casa real.
¿Es cierto que evitabas que en los mítines a Fraga le llamaran caudillo?
Claro.
Y tampoco quería que le llamaran jefe… que si “el caudillito”, o así.
Entonces, por antecedentes franceses, saqué la palabra patrón, que era
más neutra.
¿Cómo
fue tu fallida campaña contra Tierno Galván en la alcaldía de Madrid?
¿No crees que te pusieron en una posición muy difícil al enfrentarte a
un verdadero mito popular?
No
quedaba más remedio: en ese momento determinado los socialistas habían
ganado por más de diez millones de votos cuando AP había conseguido
cinco millones. Entonces pensamos que Fraga se presentara, lo que era
imposible porque le iban a tumbar, y luego se pensó en su cuñado, Robles Piquer,
una buena persona, ministro de Franco, pero buena persona y bastante
abierto, diplomático además. El que hizo, por cierto, el Pirulí de
televisión. Pero luego le tenían que hacer un electrocardiograma.
Entonces Fraga se quedó delante de mí, mirándome, y dijo: “Usted”. Yo
sabía que no tenía nada hecho: Enrique era mucho Enrique, yo le tenía
mucha admiración… Cuando fui a Jerusalén, poco antes, me preguntó el
alcalde de la ciudad mi opinión de Tierno Galván y dije “Es un buen tío, está muy preparado, es un señor”. Y me dijo “Está usted perdido… You must HATE your adversary”.
¡Debes odiar a tu adversario! Ahí estaba perdido, al pobre Enrique
Tierno no le podía odiar: lo que sí hice fue utilizar un concepto nuevo
llamado manique (de mano) y me recorrí todos los mercados, las
estaciones de tren, persona a persona, repartiendo folletos. Llegué a
los 300.000 folletos.
Era
un sistema de V: cogías tres chicas monísimas, con unas falditas
cortísimas, con patines y unas bolsas llenas folletos y al final de la V
estaba yo. Entonces no tenías más remedio que recoger el folleto: me
pegué una paliza descomunal. Prohibí, además, en la medida de lo posible
que hubiera carteles pegados en las calles, solamente en unas vallas, y
prohibí que se tiraran panfletos. En elecciones anteriores Madrid había
llegado a tener una capa de papel de todos los folletos que se tiraban
(risas). Y no tenía tan poca gente: solo me quedé a dos puntos de
Enrique.
De
aquel tiempo dataría tu contacto con Fernando Márquez, el Zurdo, ¿no?
Cuenta que te interesaste por él para hacer campaña entre la juventud.
Le
he visto dos o tres veces, pero parece que él me conoce de toda la
vida, le conozco poco. Este es un hombre que, dentro de su círculo,
siempre ha sido bastante rompedor, con algunas llamaradas de
nacionalbolchevismo, pero nunca he tenido ningún tipo de intimidad con
él. Si la he tenido, ya no me acuerdo. Creo que vive cerca de mí,
además…Cuando eres un personaje conocido, especialmente en la campaña de
Madrid, la cantidad de gente que te conoce de toda la vida aumenta. No
voy a decir que no lo conozco, porque le he leído cosas muy
interesantes, pero no recuerdo pedirle que colaborara conmigo.
¿Cómo
se vivía de diputado en aquellos años en que la derecha se enfrentaba a
un techo electoral imposible de superar? ¿Fue éxito de la gestión
socialista o un fracaso vuestro?
No
había ninguna posibilidad de ganar a los socialistas. Ninguna. Porque
Fraga no era creíble como gobernante democrático y, por otra parte, la
gente quería aires nuevos. No solo porque oliera bien, como decía
Carabias, sino porque la gente quería que hubiera políticos no
introducidos en el sistema. “Felipe, capullo, queremos un hijo tuyo” era una muestra de esa expectación por los socialistas (risas).
“Felipe, entiende, nos gustas más que Allende” era otra de ese tiempo.
Ten
en cuenta que la Transición fue vendida a los españoles como punto de
partida, no como punto de llegada. Por eso Felipe González arrasa,
iniciándose la segunda etapa de la Transición a más democracia, más
participación… lo que pasa es que a él le convencieron de que no era
solo punto de partida, sino también de llegada. Y ese es el problema
actualmente: es un sistema que nace de la Transición y está cerrado, y
resulta insuficiente este punto de llegada.
Llegamos
a 1986, una fecha decisiva en tu vida, la de tu enfrentamiento con
Fraga. ¿Fue una consecuencia de tu viraje ideológico o de una lucha de
egos?
No,
no… siempre he tenido el ego un poco sobredimensionado, pero de ahí a
una lucha de egos con Fraga, no. Sencillamente, no podía seguir ahí, ya
no era posible. Puedes ser esquizofrénico una parte de tu vida: luego
tienes que elegir. En aquel momento estaba más cerca del Partido
Socialista que de AP y del señor Fraga, y llegó un momento en el que
tenía que asumir las consecuencias.
¿No
llegaste nunca a imponer un grupo socialdemócrata frente a las
tendencias liberales, neoliberales, que empezaban a dominar el partido?
A
ver si nos entendemos en este punto: mientras Fraga manda en Alianza
Popular, hasta que llega Aznar, el PP no es un partido liberal. Y mucho
menos ultraliberal. Fraga tenía un lado quizá gaullista, populista,
socialdemócrata si quieres… Solía decir “estableceremos un red de
salvación económica con la que ningún español podrá caer”. Eso no
es ser liberal, ni por supuesto ultraliberal, en lo económico. Es
cuando Fraga se va del mando efectivo cuando la avalancha ultraliberal
se hace con el partido. Ultraliberal y ultramontana, ojo, una
combinación curiosa. Un catolicismo unido a la ideología liberal que no
entiendes bien.
Conociste
por aquel tiempo a toda la cúpula del PP actual. ¿Cómo eran Aznar,
Cascos, Rato o Rajoy en aquellos tiempos en que tenías el verdadero
poder?
Cascos
era un señorito, un niño bien de Gijón, peleón en su zona por el poder,
pero no aquí en Madrid; podría haber podido militar en un partido
nacionalista. A Rodrigo Rato lo voy a enmarcar en la familia
Rato, que es un desastre: hundieron unas navieras por el norte, se
fundieron Trinaranjus, la Rueda de Emisoras Rato… Rodrigo nunca tuvo
nada conmigo, cosa que agradecí, y le nombré diputado. Cuando Rodrigo
dimite en el FMI todos gritaron “Grande es Alá y Mahoma su profeta”: es
el tío más vago y más inútil que hemos tenido nunca en el Fondo
Monetario Internacional. Evidentemente, lo de Bankia fue consecuencia.
Rajoy es
un personaje interesante, miembro de una familia bien de Pontevedra.
Era un personaje educado, comedido, que, ante el odio que le profesaba
Fraga, un odio africano, respondía con una especie de desprecio
olímpico. La relación Rajoy−Fraga era
una de las cosas más graciosas que he podido ver: no se podían ver,
eran antitéticos. Ese carácter de Rajoy servía en Galicia, pero para ser
presidente de España no puedes ser un zombi, y en este momento Rajoy es
un zombi; es cobarde, no se ha enfrentado a los alemanes, es ineficaz… y
sobre todo insensible. Joder, hay gente comiendo por la calle y los
niños en Galicia se han quedado sin las becas de comedor, cuando muchos
solo tenían esa comida. Antes que la Unión Europea, los deberes, está tu
pueblo. Es muy sencillo, si quieres que la Unión Europea acabe con
estas políticas te vas a Berlín y dices “O cambias esto, o me voy del euro”. Y te agarran por los pies para que no te vayas del euro: sin España en el euro, este duraría 24 horas.
Nos queda Aznar.
Aznar
no es un personaje fácil de conocer, es muy reservado. Cuando trabajaba
conmigo, nunca he sabido lo que pensaba. Unos decían, probablemente sea
cierto, que su libro de cabecera eran los discursos de José Antonio Primo de Rivera. He de alegar, no obstante, que también era el libro de cabecera de Fidel Castro en
sus inicios (risas). Conmigo se portó bien, nunca conspiró contra mí y
fue el único que vino a verme cuando dije “me voy”. Estuvo en mi casa
diciendo “no te vayas, no te vayas…”, mientras todos gritaban “yupi,
corre el escalafón”. Sabes, mis alumnos siempre preguntan si el
poder siempre corrompe, y yo les digo: “No, no siempre corrompe… pero te
vuelve gilipollas”.
Entonces,
recuerdo un día en que estaba viendo con mi mujer la tele; Aznar había
ganado su segunda legislatura con mayoría absoluta y dije “Mira cómo
anda”. Como envanecido… Él nunca había andado así. Se quedó mirándome y
dijo “Mal asunto”. Tenía el humo muy subido. Probablemente lo siga
teniendo. He de reconocer, con todo, que de los nombres citados fue
conmigo el que se mejor se portó.
Por
aquel tiempo, también, fuiste portada de muchas revistas del corazón
por razón de tu ajetreada vida social. ¿Cómo se compaginaba esto en un
partido tan conservador como Alianza Popular?
Fatal, estaba lado de mi primera mujer, María Vidaurreta, que le gustaba ese mundo…
Eras el niño bonito de la derecha
Pero
eso era también porque los demás no eran muy apañados (risas). Eso fue
un error, ¿eh?, y es donde debí imponerme, pero fue un error. María
Vidaurreta había momentos en que necesitaba a la prensa, la necesitaba,
necesitaba ir a fiestas. Yo era el típico tío, joder, que si voy a
Marbella, a Puerto Banús, voy con diez libros y meto los pies en la
piscina, y me pongo a leer. No voy a Puerto Banús, y si iba es porque
María quería ver lo que se vendía, lo que se compraba o por curiosidad.
Ella era de irse de fiesta, y yo no.
Viendo tus mitos ideológicos y tus lecturas es difícil imaginarte en una fiesta en Marbella con Jaime de Mora y Aragón…
Jaime de Mora y Aragón no era el peor (risas). Y su mujer era muy inteligente, Margit Ohlson, una mujer rubia muy guapa, y hablábamos mucho de las devins, las sacerdotisas paganas anteriores al cristianismo, y
luego, incluso con el cristianismo. Es un tema que siempre me ha
interesado: la expansión del cristianismo en Alemania a sangre y fuego.
Las campañas de Carlomagno contra los sajones.
Claro. Descubrí, además, esa famosa interpretación que hizo la nueva derecha de Blancanieves y los siete enanitos. La escena capital de ese cuento es cuando la madrastra le pregunta al espejo: “¿Quién es la más guapa?”. Y el espejo dice: “Ella”. Espejo en alemán es Spiegel, que
significa también códice. Pero lo que está preguntando al códice de
antiguas costumbres germánicas es si ella es la legítima o es la niña. Y
a la madrastra, que es Roma, le dice que no, que tú no eres legítima,
eres una usurpadora, la legítima es la niña. ¿Qué hace la niña,
Blancanieves? Se refugia con los siete enanitos… que son las siete
provincias frisonas que fueron las últimas en caer bajo el cristianismo.
¿Dónde comienza tu tournée ideológica a la izquierda? ¿Fue en los últimos tiempos de Alianza Popular o venía de antes?
Ya
he comentado que llevaba ese virus inoculado, desde Marruecos, por mi
padrastro. Yo escribí un artículo económico para una revista, en los
tiempos en que AP estaba en la calle Silva, y pregunté a la chica si
publicaban o no el artículo. Y al final la llamé: “¿Qué pasa con mi
artículo?”, y me dijo: “No, lo hemos retirado”. Fraga había
dicho: “Esto es comunismo puro y duro” (risas). Yo era el chico de
izquierdas en la derecha como me decía mi padrastro.
Hay
una línea constante en tu biografía política, siempre antiliberal, y es
una creencia en la preeminencia del Estado por encima de los poderes
económicos, idea gaullista. ¿Es esto posible en España? Y más aún ¿en la
Unión Europea?
Todo
es posible, excepto resolver el problema de las autonomías en España.
En el tema del Estado es perfectamente posible: en la época del caudillo
por la gracia de Dios el peso del Estado era inmensamente superior al
que hay ahora. Se protegía el mercado…
La
propia Nutella, de Ferrero, no entró en España por proteccionismo
franquista hasta la Unión Europea, y se creó un clon patrio vía Nutrexpa
llamado Nocilla.
No
conocía esa historia. Ese tipo de medida me parece bien. Yo soy
absolutamente proteccionista. Engels explica que Marx en un debate sobre
librecambio−proteccionismo pide que se vote por el librecambio porque
afirma que es la forma más rápida de que el sistema reviente. El
proteccionismo es beneficioso para el sistema económico.
Cánovas defendió al final de su vida el proteccionismo como método de consolidar el Estado, la nación, y sus empresas.
Claro,
lo leí en su tiempo. Soy proteccionista, estatalista, y el propio De
Gaulle afirmaba que hay que ir a un sistema de economía dirigida. Que el
sistema capitalista no funciona, que el sistema comunista no convence, y
hay que ir a un sistema de economía dirigida donde los intereses del
Estado y sus ciudadanos deben estar por encima de todos los trust
habidos y por haber. Yo tengo fascinación por De Gaulle, y mira que le
odié como la grande zorra, “la gran puta”, por haber entregado
Argelia. Lo que nunca entendí es por qué en mayo del 68 no estuvo en ese
lado de las barricadas, porque hubiera podido.
Juan
Pablo Fusi nos contaba que no cree que exista una tradición política de
nivel en España, del estilo de las Escuelas Superiores Francesas o la
Universidad de Oxford en el Reino Unido. ¿Crees que eso se nota en la
clase política aquí?
Sí,
sí, creo que se podría hacer, pero faltan las instituciones para
tenerla. Yo intenté convencer a los franceses para abrir una sucursal
del Instituto de Estudios Políticos, pero no me hicieron mucho caso
porque estaban metidos con acuerdos con las universidades y no le dieron
mayor importancia. Es una idea que tengo, pero que ya no podré llevar a
cabo con 64 años, pensando en prejubilarme… Estuve acariciando la idea
de reunirme con autoridades políticas, económicas y militares para crear
una institución política de este tipo. No creo que la clase política
francesa sea para tirar cohetes, pero comparada con la española… hombre.
Aquí el problema son las autonomías.
¿Crees que el gran problema de España son las regiones?
Mira,
las autonomías responden a que cuando los indoeuropeos llegan a España
las primeras invasiones se pararon en la línea del Ebro. Incluye
Euskadi, Cataluña, Aragón, etc. Recuerdo que, cuando yo llegué a España,
vi en López de Hoyos, donde está el VIPS ahora, una pintada que decía
“Viva… Rey de las Españas”. Vista desde Marruecos, España era una. Había
visitas de los vascos, de los catalanes, y se les apreciaba y admiraba.
Tendía a mitificar España porque no la conocía, veía en Tánger las
lucecitas de Tarifa y pensaba: viven tranquilos, cojonudamente… Cuando
llegas te encuentras con un tipo de situaciones absurdas. Le pregunté a
un amigo que era navarro, Irigoyen, “¿Cómo puedo entender España?” y por la oreja me metió en la casa del libro, y compró un taco llamado España como problema, de Pedro Laín Entralgo.
Pensé, “Joder, esto no es Francia” (risas). Hay cosas que puedes hacer
en Francia, pero no puedes hacer en España. Luego esto se combina con el
patriotismo monárquico: este señor tiene que reinar.
Y,
como tenía que reinar, cedió, cedió y cedió. Y cedió una cosa que no sé
si era posible no haber cedido en ese momento y era la enseñanza de la
lengua. Este problema no tiene marcha atrás; no me malinterpretes, que
tampoco quiero prohibir nada, pero eso se acabó. Y evidentemente la idea
de nación se vincula a través del vocabulario, a través de la
educación. En el mismo momento en que les dejas tener su lengua propia
se abre una autopista que llegará a donde llegue… pero en la que no hay
marcha atrás.
¿Fue alguna vez posible aplicar el modelo centralista y uniformizador, con su violencia estatal y educación universal, al Estado Liberal en España?
Ahora
no. Quizá en la época de la Revolución francesa. Ahora, la Revolución
francesa allí costó muy cara, la guerra de la Vandea fueron 150.000
muertos.
Algunos autores conservadores hablan de esa guerra como el primer genocidio de tiempos contemporáneos.
Sí,
sí, sin duda. En Francia las provincias se partieron y se ordenaron
basándose en criterios económicos y demográficos, de comunicación.
Además, había regiones enteras que no hablaban francés, las zonas
cercanas a Italia, Saboya, Bretaña, Flandes… y al mismo tiempo los curas
estaban en contra de la enseñanza pública. Aquella proclamación de la
República francesa de enseñanza universal, gratuita y obligatoria
obligaba a los gendarmes a ir con la carreta tirada por caballos por
la mañana a sacar a los niños por la fuerza y, bajo lluvias de piedras e
insultos de los curas, llevarlos a la escuela. Si quieres una
revolución total, necesitas esa represión educativa. Una revolución
española a la francesa debería haberse producido con José Bonaparte, de haber seguido reinando.
La esencia del estado-nación en Francia, ya en los textos de Condorcet, es que solo los ciudadanos pueden formar la República.
Claro. Es usted muy afrancesado (risas).
Lo
más parecido en España a la Vandea fueron las guerras carlistas, que
acabaron en empate, reintegrando a oficiales carlistas en el ejército
liberal.
Tampoco
idealices la Vandea: esa guerra sigue larvada con Napoleón Bonaparte.
Incluso hay movimientos reaccionarios vinculados al duque de Enghien y un complot para asesinar a Napoleón. Luego Chateaubriand lo defiende en sus memorias.
Volviendo a las regiones en España…
El
rey cedió en muchas cosas, pero también tuvo sus cosas positivas. Mira,
todo sistema político parte de una clase dominante y unos dominados.
Pero una clase dominante no puede estar siempre con la vista puesta en
la pistola encima de la mesa. ¿Qué hace? Repartir el poder entre los
dominados. Y todos los gobiernos cuando llegan hacen una reforma fiscal.
Tienes que distribuir el producto nacional en dos bloques: 1.º Un
bloque que al principio es mínimo pero que luego es el mayor, para que
haga que la gente no tenga ganas de irse del país. 2.º Luego, con el
resto, creas algo que se establece en un libro muy bonito, Poder y privilegio de Genhard E. Lenski, y son tus propias castas de privilegiados. Y con esa casta de privilegiados tú gobiernas.
Volvamos,
como has dicho, al tema de las autonomías: la izquierda, por aquel
entonces entre comillas, tiene que participar del poder pero el poder no
le permite participar al máximo nivel. La izquierda había ganado la
Guerra Civil fuera de España, pero la había perdido dentro respecto a la
derecha. Entonces es perfecto: 17 gobiernos. 17 cámaras: colocas a todo
el personal, ¡es perfecto! (risas). Era una solución: vamos a devolver
el gobierno a las regiones, vamos a darles las autonomías y vamos a
crear 17 gobiernos. Mientras haces eso los tienes ocupados, metiéndoles
en el sistema. Y eso en el estado de las autonomías cumplió muy bien esa
función. El coste es que el estado de las autonomías se ha transformado
en reinos de taifas, parece una tradición española.
En
la Revolución francesa, por volver a la comparación, en los discursos
de Robespierre frente a los girondinos, este acusa a los federales de
querer la desigualdad entre los franceses.
Claro. Como se ve aquí. Es el caso de España. Y nunca se argumenta contra los nacionalistas de ese modo, desgraciadamente.
No
te consideras comunista, pero has apoyado recientemente a muchos
regímenes de extrema izquierda, incluso la Venezuela bolivariana, en un
giro que a tus compañeros de la época de AP debe parecerles
sorprendente. ¿Cómo justificas los recortes de libertad en esos países
basándote en la igualdad social?
No
me considero comunista, pero no me habría importado serlo… pero es un
tipo de creencia, y no soy creyente. De todas formas, yo los veo de vez
en cuando, en las noches electorales. Ahora no les visito porque están
recuperando votos: solo lo hacía cuando perdían, les tengo mucho cariño.
Pero es muy difícil ser comunista hoy, creo que más que en la época de
Franco. Es curioso que en la actualidad hay causas
objetivas para que haya movimientos de extrema izquierda y no salen
cosas demasiado buenas. El modelo venezolano te lo explico en dos
palabras: Chávez es De Gaulle y Léon Blum
a la vez. De Gaulle por modificar las instituciones para
democratizarlas (referendo revocatorio, tres cámaras, etc.); y Leon
Blum, Frente Popular, por la justicia social. Sobre la pregunta… yo he
sido asesor del Gobierno bolivariano: cogieron un libro mío sobre la
guerra asimétrica y repartieron 300.000 ejemplares a toda la
administración del Estado. Lo que llevó a mi veto en EE. UU., y
cualquier visado…
¿No puedes viajar a Estados Unidos?
No, porque luego me enfadé por esto y saqué otro libro llamado Frente al Imperio
de 2007 donde los ponía como son, a parir. Y ya me dijeron amistades
comunes, “no pidas el visado por si tienes intención, que no te lo van a
dar”. Sobre la libertad, la libertad de prensa: decir que Chávez
amordazaba a la prensa no es verdad. Es una mentira como la copa de un
pino. La prensa en Venezuela es mayoritariamente de la oposición: lo
único que no es de la oposición es la televisión estatal, y alguna radio
estatal y algún periódico mensual. El resto de prensa, televisión y
radio diaria es radicalmente antichavista, y que yo sepa no han cerrado
ni una.
Y
eso que he llegado a contabilizar 14 llamamientos de la prensa
venezolana para matar a Chávez. Y cosas como “hay que matarle como un
perro”. Dices esto del rey aquí y tienes al fiscal general del Estado
llamando a tu puerta. Y allí ninguno ha terminado delante de un
tribunal. De ahí la declaración del ministro francés que fue al entierro
“Ojalá hubiera muchos dictadores como Chávez”, si dicen que fue un
dictador, claro. ABC y La Razón al lado de la prensa
venezolana son marxistas-leninistas… Convencí a una chiquita, que luego
se pasó a Periodismo, de que hiciera una tesis sobre la prensa
venezolana porque era fascinante: llamadas a la guerra civil, a la
sublevación, al asesinato.
Hay una novela de un escritor latinoamericano que entrevistamos, Jaime Bayly —completamente antichavista, eso sí—, llamada Los últimos días de la prensa donde
contaba, basándose en hechos reales, que su director en Internacional,
fuertemente anticomunista, tiraba a un redactor que creía comunista por
la ventana.
(Risas)
Cuando se produce el golpe de estado militar contra Chávez vi en la
televisión venezolana a militares de uniforme haciendo llamados a los
regimientos para que se sublevaran. Se produce el golpe, yo estaba
colaborando con ellos, y me llega una consulta de un diputado
preguntándome qué es lo que debe hacer. Conociendo los casos de la época
de De Gaulle, recordé lo que hacía en aquel tiempo en los
levantamientos: 1.º Manda fusilar a uno y 2.º Manda a la cárcel a unos
cuantos. No sé si había pena de muerte en Venezuela, pero no es
aceptable que un señor de uniforme llame a la sedición, por tanto, a la
trena. Y proclame usted el estado de excepción. Contestación: yo no
proclamo el estado de excepción, porque si lo hago van a decir que soy
un dictador; a la pregunta de si deben ir a la cárcel, sí, pero no por
una detención, sino siguiendo la justicia ordinaria. ¿Eso es un
dictador?
Y
tuvo suerte Chávez cuando estuvo encerrado, que llamó a su hija a la
Habana, y pensé que todo se iba a la mierda. Tenía al agregado militar
de Venezuela aquí llorando en las escaleras de mi casa. Llamo al
consejero de Chávez preguntando si tenía algún tipo de vicepresidente, y
no había designado a nadie. Llamo a la mujer de Chávez, y me dice: “Mi
marido no se ha rendido, no es verdad lo que dicen… hable usted con mi
hija”. Llamo a la hija, y me dice: “Mi padre no ha dimitido y espero que
lo liberen pronto los paracaidistas de Maracay, si no, están aquí
preparando una operación de paracaidistas cubanos para liberar a Chávez”. Lo que nos faltaba para llevar a la guerra total.
Habría
forzado casi un doble gobierno en el exilio. De vuelta a la ideología,
¿existe la izquierda en la política actual? ¿Qué queda de esta y sus
programas de los 70?
Izquierda
prácticamente ya no hay. Excepto en el Partido Comunista o en grupos
como el 15M. El PSOE ya no es un partido de izquierdas: se entregó casi
totalmente al liberalismo. Mira, un libro de un economista
proteccionista francés que leí, un libro cojonudo, se lo pasé a Alfonso
Guerra y me dijo: “Es un libro cojonudo, vente que quiero comentarlo
contigo”. Voy a verle al Palacio de la Moncloa, reitera los elogios, y
le digo: “Y las medidas que propone, ¿por qué no las aplicáis?”. Él me
responde: “Felipe ya está muy lejos de esto, ya lo han comprado”. Y
tenía razón, joder, ya no queda nadie en España que un buen talón no
pueda comprar. Esto me lo dijo el número uno del PSOE, vicepresidente
del Gobierno. Pero tampoco lo hay en Francia, en Alemania, en
Inglaterra… en Italia está Beppe Grillo. Este tiene un
gran problema para la izquierda clásica: rechaza la petición de
nacionalidad para los hijos de los inmigrantes que hayan nacido en
Italia.
Estoy
empezando a pensar que una cosa que me dijo un amigo de la Facultad de
Políticas, un tío muy inteligente —probablemente colaborador de la CIA y
muy de derechas—, sea cierta: “Mira Jorge, no te engañes, la única
izquierda del siglo XXI van a ser los populistas”.
Ese criterio de controlar la inmigración para evitar una abuso estadístico, que descuadre el sistema, es de nuevo estatista…
Sí,
claro. Pero mira, el modelo de inmigración más perfecto que se haya
fabricado es el francés, y el fracaso ha sido total. Absolutamente
total. Luego dicen “No, mire, que vienen unos chiquillos aquí…” No
digáis tonterías, están deseando hacer un dinero para coger un billete e
irse a Miami. El ideal para ellos es aquello no esto, aunque estén
equivocados, porque no lo conocen. Pero con el euro es todo muy
sencillo. En virtud del euro no puedes devaluar, y como no se puede
devaluar no se puede competir, y no tienes el Ruhr, ni estás en el eje
Rin-Ródano-Po (el mayor eje industrial del planeta) para compensar… solo
queda la devaluación salarial.
Aumentas
la competitividad, y bajas los salarios. Pero con esto, contraes la
demanda, contraes la producción y con ello más despidos. En el origen de
la crisis actual no está el sistema bancario, este viene a
continuación. Es decir, en el sistema de librecambio no solo el
españolito tiene que competir con el alemán, sino también con el malayo.
Y competir con este es imposible. Para hacerlo tienes que desmontar
todo lo que ha hecho la izquierda en los últimos 150 años, retracción
salarial y contracción de la demanda.
Pero,
claro, en el sistema capitalista existe una ley que se llama la ley de
la realización: fabricar esto no me reporta un beneficio hasta que
alguien me lo compra y me lo paga. ¿Qué hay que hacer? Mantener el
consumo a toda costa. Pagas y te endeudas… hasta que la pirámide Gantt
no es sostenible.
¿Es
posible controlar el capitalismo, el capital, tal como pide la
izquierda altermundialista? ¿Crees que los flujos económicos en muchas
regiones, incluso en países socialistas, son imparables?
A
mí la izquierda altermundialista no me gusta nada; parte de que la
mundialización es buena, cuando yo creo que esta es mala y punto. Usted
es historiador y sabe que después de la Primera Guerra Mundial se llevó a
cabo una compenetración a lo bestia entre la industria pesada francesa y
la alemana. La idea, por aquel entonces, era hacer imposible la guerra.
Ya sabes lo que pasó. La propia General Motors fabricaba motores para
el ejército alemán, y no impidió la guerra. No creo en la interconexión y
lo que veo en ella es que ha traído tal cantidad de desastres que todo
el mundo está haciéndose proteccionista. Rusia ahora, Brasil… ¡te tienes
que defender! ¿Cómo luchas contra el malayo y mañana contra el
filipino? ¡Es un círculo vicioso!
Sois
dos países, A y B, los dos producís leche, los dos más de la que
consumís, entonces los dos tenéis que exportar leche. ¿Qué es lo que
hace el país A en un sistema de librecambio? Devalúa su moneda para que
su leche sea competitiva. B hace lo mismo. De nuevo, en un sistema de
librecambio los salarios tienden siempre a la baja. En un sistema
proteccionista tu leche la consumes, tienes que venderla dentro, y para
ello tienes que aumentar el nivel de vida de la población. Voy a contar
una experiencia personal: cuando yo tenía 13 años en el Liceo Francés de
Rabat éramos tres amigos, que jugábamos a las canicas. Cada uno tenía
su bolsita de canicas. Uno, que era el más gordito de los tres, tenía
más canicas y jugaba muy bien, se las quedó todas. Decíamos “Danos
canicas, que no podemos jugar”. Actualmente se están quitando canicas
del circuito.
Estableciendo
un contraargumento de los liberales, ¿Crees que el proteccionismo a
largo plazo falsea la economía? Un falseamiento de los precios,
siguiendo a Von Mises.
¿Por
qué? El precio de los productos será el que según las condiciones fije
el mercado. Y si el mercado se vuelve loco, el Estado deberá intervenir.
De nuevo, el Estado interviene.
He
vivido en un sistema sin librecambio, sin libre circulación de
capitales, y se vivía muy bien. Ahora hay librecambio y libre
circulación de capitales y es todo un desastre. Otro argumento que se ha
dado sobre el proteccionismo: “El proteccionismo conduce a la
guerra”. No es verdad, el que conduce a la guerra es el librecambio:
acaba en una competencia entre mercados donde el otro te lo acaba
quitando porque paga a sus obreros la cuarta parte de lo que tú les
pagas, y como no le puedes dejar, golpe de estado, invasión o cualquier
cosa. Se dice que los países más proteccionistas, Alemania e Italia,
eran los países más belicistas; pero eso era consecuencia de que eran
pequeños, no tenían imperios. Europa, más de 400 millones de habitantes,
la población mejor formada del mundo, y no puede capear una crisis
económica. Yo pondría un sistema de esclusas. Mira, Maurice Alais,
teórico proteccionista de nivel en Francia, plantea una teoría de
esclusas. Supongamos que en Europa se compren al año 300.000 automóviles
pero solo se produzcan 200.000. Habría que importar 100.000
automóviles, entonces. Se cogen estos, se hacen diez cupos en torno a
estos 100.000 y se subastan: ahí tienes ya para pagar los hospitales de
España.
El
sistema actual es de acuerdos con potencias extranjeras, con Corea o
China. Ninguno de estos países es tonto, y las medidas que han tomado
han hecho que ni Peugeot, ni Citroën, ni Volkswagen —aunque sí Audi, o
BMW—, hayan vendido ni un solo coche en Corea. Pero la invasión de
coches coreanos en Europa es alucinante. Y cada vez que importas un
coche de otro país destruyes un puesto de trabajo aquí.
¿Cómo
es la geopolítica del mundo actual? ¿Sigue siendo EE. UU. imbatible o
la preeminencia de China ha virado ese apresurado “fin de la historia”
de Fukuyama?
Eso se acabó: EE. UU. como hiperpotencia ha muerto, aunque no como potencia. Ya no estamos en un mundo unipolar, felizmente.
Es usted un intelectual antiamericano, de los que citaba Revel en uno de sus libros póstumos.
Soy
un antiamericano primario (risas). Esto es lo que se decía de los
anticomunistas en su tiempo “anticomunista primario”. Yo digo a mis
alumnos, miren ustedes, yo soy medio francés, y nosotros los franceses
metimos en la guerra de Argelia hasta 600.000 hombres y salimos con el
rabo entre las piernas. De Irak o Afganistán de la misma manera que de
Somalia no van a salir con el rabo entre las piernas, sino sin rabo. Eso
hay que agradecérselo a los árabes: no es necesario un misil; es
necesario un Kalashnikov, explosivos, y el VM, el Voluntario de la
Muerte…
El factor kamikaze que rompe cualquier cálculo racional de la guerra.
Claro.
Eso es la guerra asimétrica y por eso me contrataron los venezolanos,
aunque no acepté ningún pago, lo hice gratis. Esto sentó muy mal a mis
colegas: “Nos estás desmontando el negocio”. El VM es la bomba atómica
del pobre: no puedes cachear a la tía. O la tía lleva la bomba, o la
lleva un tío disfrazado de tía. EE. UU. ya no es ni un modelo
ideológico, ni es un modelo económico (la crisis financiera americana es
brutal, no puede devolver su deuda). El problema es ¿qué contramodelos
tienes? Está el modelo chavista, y Europa no está por esa vía por el
momento. El segundo es el modelo islámico, inaplicable en Europa. El
último es el modelo chino, que no es alternativo. Tiene que surgir otro
modelo alternativo, y cuando surja, EE. UU. ya no será la potencia
principal. Se mantiene como hiperpotencia por la inercia. Decía de
Gaulle que “es más cómodo que un ministro europeo lleve la cartera a un
secretario de estado americano que pensar y obrar por sí mismo”.
Le Monde Diplomatique publicó hace poco a Ramonet diciendo que el modelo chino podía estar en el inicio de su propia crisis económica.
No
solo puede petar económicamente, sino también socialmente. Mis
contactos en China, con la embajada, me comentaban que están muy
preocupados. Ten en cuenta, además, que China es un país que tiende al
fraccionamiento. Mis amigos rusos me decían “…pero ellos han logrado la
transición, no ha desaparecido la URSS china”, llorando (risas).
Has
resultado polémico, recientemente, con los papeles de Bárcenas, al
mencionar cómo se ha jugado con los tiempos en ese sentido. ¿Crees que
debería existir una ley de financiación de los partidos? ¿Una mayor
claridad?
Habría
que empezar por el Tribunal de Cuentas, que es un cachondeo. Recuerdo
que hacíamos campaña, en su momento, y el Tribunal de Cuentas me llamaba
diciendo “faltan facturas aquí”. ¿Qué hago? No tengo las facturas. Les
hice unas facturas, cuadraron y ya. Además, tardan muchísimo, y se hizo
para que los partidos se financiaran a su gusto. Los delitos prescriben
en España a los siete años, pero para los partidos son cuatro. Eso en
primer lugar. En segundo lugar, no es posible una financiación
completamente limpia de los partidos políticos en España.
Te viene un tío que dice “Quiero donar 250.000 pesetas al partido, pero no quiero recibo, no quiero figurar”.
¿Qué haces? ¿Te quedas sin el dinero? La época en que yo era secretario
general del partido no había sobres por dos motivos: 1.º Porque no
había un duro. 2.º Porque los bancos nos
exigían devolver los créditos. Al resto de partidos no se les pedía la
devolución de los créditos. Antes de que pudieras pedir el dinero, los
bancos te ignoraban totalmente. Yo me acuerdo un día en que el tesorero
de entonces, Joaquín de Navascues y Beltrán, quiso pedir dinero a una caja de ahorros y no nos dieron ni un duro.
¿Cómo
llega alguien como Bárcenas a tener poder real económico en un partido
como el PP? ¿Por qué no existió algún tipo de contrapeso, de freno a su
poder?
En
los populares de aquel tiempo el que decidía todo era Fraga. Y luego
Aznar. Ellos sabían lo que había. No había contrato que no pasara o por
mi despacho o por el de Fraga. Por otra parte, la petición de opacidad
de Fraga era total. Recuerdo una vez que pregunté a otro sobre economía,
sin permiso de Fraga, y la bronca fue brutal. “No pregunte usted de
economía sin pasar por mí”. Bárcenas viene de la mano de Ángel Sanchís Perales, que fue un tesorero recomendado por el anterior tesorero del partido y que nos mandó Emilio Botín,
el principal donante del partido por aquel tiempo. Bárcenas irá
ascendiendo lentamente. Sanchís llegó con Bárcenas y dos señores más:
uno de ellos se suicidó porque perdió todo el dinero en Bolsa y entonces
quedó Yáñez, que es el padre del actual Yáñez. Yáñez era muy mayor, y solo quedó Bárcenas.
Mira,
en un partido político sabes hasta quién se acuesta con quién. A mí me
contó un escolta que pilló a dos haciéndoselo en los baños con la puerta abierta. No os digo los nombres, porque os caéis del pasmo (risas).
La erótica del poder.
Sí,
se necesitaba la erótica del poder porque los dos eran feísimos
(risas). El gerente sabe qué contratos se firman, qué sobres se
reparten, qué teléfonos se dan, qué donativos —a cargo de obra o no— se
tienen, etc. ¡Sabe todo! Si a la gente no le basta con su sueldo de
diputado, con su sueldo de secretario general y necesita más, pues
claro, le da más. A mí me pidieron una vez permiso para darle más dinero
a Robles Piquer: “Jorge, dale 10.000 pesetas más, que
tiene muchos nietos…”. Son tíos, al final, que cobran por transporte,
por dietas, por cargos de partido y además sobresueldo… es lo que dije
antes sobre el rey: “¿Qué quieres? ¿Mujer, partido, dinero? ¿Todo?”.
Hay
algo en la contabilidad de Bárcenas, lo único bueno quizá, y es que el
Partido Popular se ocupaba de las víctimas del terrorismo con mimo, con
asistencia sanitaria, etc.
Teniendo
en cuenta la posición del Partido Popular era perfectamente normal, yo
eso no lo discuto. Pero decláralo. Si quieres premiar a un secretario
general súbele el sueldo, coño, no trabajes con comisiones ilegales. Lo
del sobrecito es “sobrecito te doy, sobrecito te quito”. Cuando tuve el
enfrentamiento final con Fraga, tres meses antes de que me fuera, me
quitaron mi sueldo de secretario general. Me quedé solo con el sueldo de
diputado. “Sobrecito te doy, sobrecito te quito”.
¿Es un tipo de chantaje lo que está haciendo con el Gobierno popular?
Creo
que sí, es evidente. Bárcenas como ayudante de los tesoreros, de
Sanchís y luego como gerente lo sabe todo. Bárcenas es un VM, una bomba
andante, (risas). Lo sabe todo. Sabe sobre ti y sobre mí más que
nosotros sobre ti y sobre mí. Era un tío, además, con una gran cabeza. Y
sabes que en un partido, en cualquier momento, llega la cuchillada y te
lleva por delante. ¿Qué haces? Apuntar todo lo que ves para llevarte a
alguien por delante.
En
un momento determinado, yo monté una célula de investigación con el
asunto del CESID y el tema del PSOE a inicios de los 90. Aparte de venta
de armas y alguna cosa menor, no conseguimos grandes objetivos. Ahora,
la cantidad de dosieres que conseguimos de gente de dentro del partido
sobre otra gente fue espectacular. Tuvimos que cerrar la investigación
porque el partido volaba, ¿para qué me iba a meter en eso? Era
alucinante.
Eres
un rostro conocido en la Universidad Complutense, llevas más de diez
años en la docencia. ¿Crees que en este tiempo la Universidad ha
empeorado?
No,
no estoy de acuerdo. Todo eso de “Parece mentira, ¡cómo éramos
nosotros!”. No estoy de acuerdo en que los jóvenes no se mueven: los que
no se mueven son los profes. Los niños están empezando a moverse. ¿Que
no se mueven tanto como en la época del general Franco? No es porque no
sepan lo que hay; lo saben perfectamente, y saben que están en una
situación desesperada. Pero como no le ven salida, no se lanzan. Les
tengo que convencer, en discusiones en clase, de que es una locura. Me
dicen, “Es que si no los mercados…”. ¡Los mercados son 2000 personas con nombres y apellidos! O si prefieres, siguiendo con lo anterior, las famosas 200 familias. “Si
don Emilio Botín no nos da crédito…”. Mira, esto es cuestión de llamar a
don Emilio y decirle esto es el BOE, y esto es el decreto de
nacionalización, “¿Quiere usted que lo firme?”. Al día siguiente don
Emilio da crédito. El problema es que no hay que estar comprado por don
Emilio.
Pero eso es complicado actualmente.
No
es tan complicado: yo no me dejé comprar nunca. Vino el dueño de
Carrefour España en su momento directo a corromperme. Me dijo, “Jorge,
tenemos un problema. Un terreno en Galicia que nos cede el
ayuntamiento, en Santiago de Compostela, donde gobernáis, pero ahora
preferimos la Coruña”. Yo les dije, bien, hago la gestión, pero debéis
contratar 30 o 40 personas más de lo que tenéis previsto. Me dijeron que
no me preocupara, y a los seis está hecho. Al día siguiente viene el
tío a mi despacho, contento, habiendo cumplido con los empleos que le
pedí. En un momento sacó la chequera y me dijo: “¿Cuánto es?”. Yo le
respondí: a mí no me debes nada, solo los empleos que te he pedido. Me
enfadé y dijo: “No te enfades, es la práctica común”.
Albiac nos dijo que “el Plan Bolonia era la desaparición de la Universidad” y su conversión en un nuevo bachillerato ¿Crees que es realmente así?
Albiac
tiene toda la razón. El Plan Bolonia es transformar la Universidad en
un colegio, y en un colegio al servicio del capital. Es inaplicable,
además, porque no hay dinero, es un modelo para ricos. Yo he llegado a
tener un año 310 alumnos en dos grupos, y Bolonia requiere clases de
máximo 30 o 50 alumnos, con lo cual los 300 se dividen en un porrón de
grupos y se debe contratar personal. Como no hay dinero para contratar,
el Plan Bolonia es una mierda. Es un mal plan. Es el sistema americano
universitario, mientras que en Europa había un sistema nuevemesino,
francés, en el que tienes que dar un buen taco de páginas. En Bolonia solo dispones de cuatro meses y ese taco no se puede dar en ese tiempo.
José Luis Sampedro: “Wert es una amenaza para la educación española”. ¿Cuál es tu opinión?
Wert
es un hombre inteligente, pero es de una arrogancia intelectual brutal.
He tenido relación con él en la tele y tiene unas cosas que… Hay toda
una serie de ministros, como la ministra de Trabajo, el ministro de
Interior, el ministro de Exteriores, que creo a veces rozan la
subnormalidad. Os voy a contar cómo era el ministro de Interior: en un
congreso de AP en Barcelona queríamos saltarnos una hora, estábamos
aburridos. Entonces salimos y nos vamos caminando al hotel, que era el
Reina Sofía. Venía con nosotros el actual ministro del Interior.
Dijo: “Vamos a pasar por aquí, conozco un bar con unas amigas
entrañables…”. Le dijimos: ”Pero eso es…”. “No, no, son chicas muy limpias”, dijo.
Hablamos con Alfonso Ussía de que existía en la derecha católica española un gran cariño a las meretrices.
Claro.
Cuando tienes relación con una puta consumas el acto, y no tienes que
aguantarla más. El amante es más de izquierdas, y la puta es más de
derechas. Entramos allí, entré yo también… y en lugar de consumir
cubatas empezaron a pedir Trinaranjus, té con leche (risas). Pensé, “nos
van a echar”. Y, efectivamente, entra la madame y nos echó a
todos con una escoba al grito de “¡Fuera pitufos!”. Entre los cuales
estaba el actual ministro del Interior. Este, actualmente, reparte
estampitas de santa Teresa por el ministerio.
Hace poco afirmó que la homosexualidad pone en peligro la continuidad de la especie.
(Risas)
¡Pero si los primeros que ponen en peligro la continuidad son los
monjas y los curas! Hace poco dije en la radio que la salida del armario
había acabado con las vocaciones religiosas. Me dijeron: “¿Qué dice
este? ¡Por favor!”. Y es cierto: ya no necesitan la protección del
obispo. Llego al día siguiente a clase y se me acercan dos alumnos: “Te
hemos visto en la televisión, ¡cuánta razón tienes en esto!”. Y dije
“Quizá exageré…”. Y ellos, “¡Qué va! ¡Si somos también exseminaristas!”
(risas).
Para
el gran público son poco conocidas tus querencias literarias, que dejan
ver en ocasiones un alma de novelista que no pudo ser ¿Nunca te has
planteado escribir algo más que ensayo?
No
me siento capaz. Ni me siento capaz, ni tengo tiempo. He terminado hace
una semana la nueva versión de mis memorias, donde intercalo los
motivos de mi rebelión actual. Y me he prometido no escribir más en un
año, porque este año llevo tres. Las publicaré en Península, con Manuel Fernández Cuesta,
que es un gran amigo mío. Fue secretario de prensa del PCE y siempre
decía: “Tú y yo somos los dos condenados de la política. Tú por maldito,
qué hace un chico como tú en partido como este, y yo porque me llamo
Fernández Cuesta” (risas).
¿Cómo llegas a colaborar con Sánchez-Dragó en sus programas literarios? ¿Desde cuándo lo conoces?
Con Dragó tengo contacto porque su hija Ayanta vive
ahí en frente. También porque Dragó tiene un lado anarquista de
derechas que siempre me ha fascinado un poco. Y, por otra parte, ha
recorrido el camino inverso a mí: del Partido Comunista a donde está
ahora, y yo de Fraga a Izquierda Unida. A mí me llama, voy siempre
gratis… porque Fernando no paga. No sé si a otros, pero a mí desde luego
no. Se le llama el Banús de Lavapiés por la cantidad de pisos que
alquila. Es un personaje muy inteligente. El otro día mi mujer me llevó a
la presentación del libro que acaba de escribir con su hija Ayanta, y
fue entrañable, hasta lloró. Es un personaje curioso. Cuando salieron
las fotografías del parto de su mujer, pensé “habrá cobrado por
ello”, y no.
Hay
una anécdota sobre Dragó: el 11 de septiembre, mientras paseaba a los
perros, vino, y gritando, me dijo: “Jorge, abre, que sé que estás ahí”.
Mi mujer le dijo, “No, no está”. Había traído una botella de champán y
tres copas. Dijo, “Es una pena, porque este es el día más feliz de mi
vida.” Publiqué a colación del atentado luego en El Viejo Topo un artículo llamado “La Mascletà”.
Revel de nuevo. Dinos tus autores literarios favoritos franceses.
Balzac, sin duda. Stendhal, Montaigne, Zolá, Du Gard, Céline. En mi infancia me marcó La piel de zapa de Balzac. Después Esplendor y miseria de las cortesanas. Y luego varios libros sensacionales de Céline: Muerte a crédito y Viaje al fin de la noche. Encontré en París un libro prohibido en aquel tiempo de Céline, por 50 euros, y que se llamaba Bagatelas para una masacre.
Y me encuentro dentro una carta de un belga que vivía en Tánger
diciendo algo así como: “He asistido al parto de madame Verstrynge…”.
Era mi madre. Resulta que era el ginecólogo que había asistido en el
parto escribiéndole a un amigo.
He ahí una petit histoire de Balzac.
Sí
(risas). Cojo el libro, y no pude pasar de la página diez: no he visto
un odio antisemita mayor. Pregúntale a Albiac por ese libro (risas).
Contaba Albiac que cuando llegan los alemanes a Francia Céline se presenta ante ellos y dice algo así como “¿Los habéis matado a todos?”.
No
pude pasar de esa página que te comento. Eso sí, aun así Balzac y
Céline son mis escritores favoritos, sin duda. Mira que he leído cosas
antisemitas, me las daba mi padre biológico, pero a ese nivel, no. Era
abyecto. Pero es el Grand Céline, el mejor escritor francés del siglo XX sin duda, de la misma manera que Balzac era el mejor del siglo XIX.
Pasando
a tus colaboraciones en prensa, ¿es cierto que te echaron de Onda Cero
por criticar al rey? En el estilo de lo que le pasó a Quim Monzó en
Televisión Española.
Sí,
sí, es verdad. Además, yo no estaba criticando al rey, cosa rara en mí
como puedes ver. Estaba en un programa sobre el trasfuguismo, hacía poco
había salido de AP y la derecha cargaba contra mí. Me enfadé y dije:
“La libertad de expresión que tienen contra mí, y la propia Transición,
la tienen contra el primer trásfuga, el rey Don Juan Carlos,
felizmente”. Macho, quince días después, en una comida en Barcelona, me
dice Julia Otero, una amiga encantadora, delante de 30
comensales: “La casa real me ha dado un toque y me dice que te tienes
que ir”. Hay que reconocer que la casa real carece de sentido del humor.
¿Cómo ves el asunto de Corinna y el rey? ¿Es la primera vez que los medios no lo protegen?
Se ha levantado la veda, felizmente, ya era hora. La gente no se calla. Corinna es
una comisionista, pero la pregunta del millón es: ¿las comisiones son
solo para ella? ¿Sabes el número de comisiones que se habrán pagado en
el tren de alta velocidad en Arabia Saudí? Te voy a contar una anécdota
de nuevo: había que renovar los Mirage de la flota aérea española, eran
viejitos, y yo empiezo a defender el Tornado como un avión europeo
frente al modelo F-18…
De nuevo contra del modelo americano.
Incluso
defendí reformar los Mirage con tecnología israelí, que nos salían más
baratos, pero de repente me dijeron que desde arriba habían dicho: “F-18
y punto”. Esos son los poderes que actúan.
¿Cómo ves los medios actuales? ¿Es posible un periodismo independiente con tanta dependencia de la publicidad?
Sí, es posible, aunque quizá no tanto en los medios de mayor difusión como El País.
Mira, cuando voy a la tele digo lo que me da la gana. Antiguamente, en
la radio, te decían: “No puedes decir esto”. Tienes buenos periodistas
como Nacho Escolar, e incluso gente que parece que está en el sistema, pero luego no está —Jaime Fernández en el ABC, que dice lo que le sale de los cojones—. Carlos Cuesta en la 13 también es un tío muy bueno. Carmen Morodo, en La Razón,
dice lo que le da la gana y un día la van a echar. Son gente que no son
de izquierdas, pero no tienen miedo de hablar del asunto de Corinna y
el rey. Pero incluso son gente que se enfrenta al PP con los papeles de
Bárcenas, no son los típicos que dicen “yo hasta que no los vea no me lo
creo”. Sin embargo, yo que leo prensa extranjera, tengo poco aguante
con la prensa nacional.
ABC y La Razón no los soporto, El Mundo tiene un montón de locos pero trae noticias interesantes… pero el que no compro y no soporto es el diario El País: el nivel de arrogancia intelectual insoportable.
Es curioso lo que dices, porque El País apenas tiene ya columnistas.
El País
en toda mi carrera política solo me publicó un artículo. Una vez me
pidieron un artículo sobre el populismo y me tacharon frases en el texto
para que se publicara. Pensé, joder, si soy profesor universitario cómo
me hacéis eso: me habíais pedido una exposición, no un análisis
preciso.
Te doy unos nombres: Isabel Tocino.
Es
un personaje un poco siniestro. Tenía una ventaja: Fraga decía que
“tenía las piernas más bonitas del partido”. Yo no opinaba exactamente
lo mismo, pero consiguió ser la tutora de la hija de Fraga. Tenía mucha
influencia en el partido.
Zapatero.
Mi
gran decepción. En el mismo momento en que te resignas a aplicar una
política que no es la tuya… ¡pues no la apliques! “Es que estoy
obligado”. ¡Pues que lo haga otro! Tenían que haberlo nombrado para
delegado comercial en Santiago de Chile, porque por la calle ahora no
puede salir. La política que está aplicando el PP la inaugura él, no hay
que olvidarlo.
Jiménez Losantos.
Yo también te quiero (risas). No me puede ver.
Él te cita mucho en sus columnas.
Yo no le leo, tampoco le odio, a mí me lo cuentan. “Este tío ha dicho que…”. Además, ¿quién hace caso ya a Federico?
Francisco Umbral.
Le
quería mucho, tenía muy buena relación con él y con su mujer. Con su
muerte, no la he vuelto a ver más que una o dos veces. Admiraba a Umbral
por cómo escribía, por lo que escribía y porque cada vez que escribía
la extrema derecha del partido le ponía a caer de un burro.
Nicolás Sarkozy.
Napoléon le petit. El problema es que el siguiente es tan blandito que van a hacer a Sarkozy un gran hombre. Hollande es demasiado buena persona y demasiado profesor para ser De Gaulle, que es un personaje que se da cada 100 años.
Alberto Ruiz-Gallardón.
Alberto
ha mejorado mucho de la época en la que decía “no soy suficientemente
cristiano” (risas). Me ha decepcionado mucho con el aborto, pero hay que
mirarle entre líneas: muchas veces suelta una cosa y luego recoge
velas. Como ha recogido en el tema de las tasas. Hace cosas que le
pueden costar su carrera política: Gallardón no era un mal candidato de la derecha para ser presidente del Gobierno.
Charles Maurras.
Nunca
le he soportado. Lo único que encontré decente es un libro que escribió
sobre el cristianismo. Maurras decía: “Soy ateo, pero creo necesaria la
Iglesia porque hace una función social”.
Ignacio Ramonet.
Me
gusta mucho. Es un gran analista. Yo a mis alumnos les digo “¿Leéis un
periódico al día? Si no lo hacéis, comprad uno extranjero a la semana, y
si no, Le Monde Diplomatique… aunque sea la versión española”. El diario es un poco sesgado, muy tercermundista, son un poco pesados.
Estaban últimamente obsesionados con la revolución maoísta en Nepal.
Son un poco pesados. No obstante, son los únicos que han defendido en Francia de manera constante el proteccionismo.
Saint-Just.
En la revolución francesa mis preferencias van primero a Robespierre, luego a Saint-Just y por último a Marat.
Un rey no puede reinar inocentemente, decía en ese discurso célebre.
Tuvo la suerte de morir joven, lo que da grandeza a su biografía. No se dejó pudrir, tampoco Robespierre… no así Danton.
Fotografía: Antonio Fortes
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