viernes, 4 de enero de 2013

La influencia de los Cristianos nuevos (judios conversos)

Los conversos no se limitaron a judaizar, cometer sacrilegios y manifestar sangrientamente su odio profundo a Cristo y a los cristianos. Eran judíos y, según expresó el converso Pedro Serrano, habrían de "prevallescer" sobre los cristianos. (69) Y obraron en consecuencia. Inicialmente los confesos podían ocupar todos los cargos públicos y gozaban de idénticas prerrogativas que los cristianos viejos, lo cual permitió a los judíos continuar detentando puestos claves en la corte y afianzar su dominio en el comercio y las finanzas. La "conversión" hizo posible, ade*más, alcanzar elevadas posiciones dentro de la Iglesia, hasta entonces inaccesible para ellos. Veamos el panorama que presentaban las cortes de Castilla y Aragón en el reinado de los Reyes Católicos. Cuando Juan II de Aragón entregó la corona de Sicilia en 1469 a Fernando, "le había formado un consejo áulico, cuya mayor parte se componía de conversos" y "pertenecían al mismo linaje sus más allegados servidores". (70)Al ascender al trono de Aragón se rodeó aun más que sus progenitores de cristianos nuevos: micer Alfonso de la Caballería, vicecanciller; su hermano micer Jaime de la Caballería, consejero real; Miguel de Almazán y Gaspar de Barrachina, secretarios reales; Luis Sánchez, tesorero de Aragón y luego baile general del reino; Gabriel Sánchez, hermano del anterior, le sucedió en el cargo de tesorero; Guillén Sánchez, otro de los hermanos y antiguo copero de Fernando, maestre racional de Aragón, reemplazado al morir por el converso Gonzalo de Paternoy, nieto de Sancho de Paternoy; Francisco Sánchez, hermano de los nombrados, despensero mayor; Alonso Sánchez, también hermano de los precedentes, lugarteniente del tesorero general y especia¡ de Valencia; (71) Luis de Santángel, escribano de ración (puesto equivalente al de ministro de finanzas) y más adelante consejero real; Luis González, conservador de Aragón; Pedro de la Cabra, merino de Zaragoza; Miguel de Sevilla, yerno de mosén Judáh Janoquilla, secretario de mandamientos del justicia; micer Jaime de Luna, lugarteniente del justicia; Juan de Albión, nieto de Jerónimo de Santa Fe, alcalde de Perpiñán, entonces importante cargo; Martín de la Caballería, capitán de la armada de Mallorca; Luis de Santángel, emparentado por otra rama con su homónimo el escribano de ración, alcalde de Pamplona, etc. En cuanto a las jerarquías eclesiásticas, Pedro de Monfort era vicario general del arzobispado de Zaragoza; Martín Cabrero, arcediano del mismo; el doctor López, prior del Pilar; Fernando Torrijos, archipreste de Daroca, etc. Más adelante sería prior de la Seo Juan de Artal, nieto de Pedro de Almazán, uno de los asesinos de San Pedro de Arbués.

Todos pertenecían a familias judaizantes, algunas de las principales ya conocemos. Respecto a los otros, la abuela de Jaime de Luna, por ejemplo, fue relajada en persona por judaizar (72) y por idéntica razón Pedro de Monfort murió en la hoguera el año 1486. (73) Se acaba de ver el rol de los Sánchez, sobre todo del tesorero Gabriel; en el crimen del inquisidor aragonés. En la corte de ¡sabel la Católica se encontraban Pedro Arias Dávila, contador mayor y consejero real; Pedro de Cartagena, también consejero; Fernando Alvarez, Alfonso de Avila y Fernando del Pulgar (el influyente autor de Claros varones de Castilla, obra que exalta a destacados confesos), secretarios de la reina; Gonzalo Franco, contador de cuentas; Hernando de Talavera, confesor de S.M. desde 1478, etc, (Felizmente este último sería suplantado por Torquemada y Cisneros). Obispo de Coria era Juan de Maluenda; Alfonso de Valladolid, de la diócesis vallisoletana; Alonso de Palenzuela, de Ciudad Rodrigo; Pedro de Aranda, de Calahorra; Juan Arias Dávila, de Segovia, etc. Estos dos últimos fueron los encausados por judaizantes al igual que Talavera, quien consiguió salir sobreseido tras un largo proceso. (74)

Entre otros personajes de relevancia se hallaban el confeso Andrés de Cabrera, marqués de Moya, y su mujer Beatriz de Bovadilla, cristiana nueva, que hasta el final mantuvo una estrecha amistad con la soberana. Ferrand Núñez Coronel era otro de los influyentes cristianos nuevos de la corte, cuya "conversión" ha sido una de las más famosas: Abraham Senior, rabino mayor de la aljama de Castilla y Factor general de los ejércitos del reino, gozaba de singular predicamento en la corte isabelina, y poco antes de la expulsión de los judíos públicos, el 15 de junio de 1492, se hizo bautizar con su hijo. También abrazó el cristianismo el renombrado rabí Isaac Abarbanel, arrendador de las rentas reales, que pasó a llamarse Juan Sánchez de Sevilla y más tarde "reconvirtióse".

El matrimonio entre Fernando e lsabel lo concertaron un judío converso y un judío público. Fernando designó representante a Alfonso de la Caballería, el hijo de micer Pedro, en tanto el delegado castellano fue el entonces rabí Abraham Señor. (75) También desempeñó un importante papel mediador el obispo de Segovia, Juan Arias Dávila. (76) Y quien llevó la buena nueva del enlace a Juan II de Aragón fue otro confeso, Guillén Sánchez, el copero de Fernando (77). Refiriéndose a la influencia conversa en la época de los Reyes Católicos, el hebreo Liamgot observa que "en todos los estratos de aquella sociedad, incluso en la propia Casa Real, los judíos desempeñaron un papel preponderante". (78) Hay que dejar bien claro, sin embargo, que de ningún modo era Isabel filosemita, pero tenía una visión errónea del problema converso. Luego, debido a Torquemada, tornose más desconfiada de la sinceridad de los neófitos judíos. Y, finalmente, en las postrimerías de su reinado, por consejo de Cisneros, expulsó de su corte a los consejeros y altos funcionarios marranos, (79) con excepción de los marqueses de Moya.

Tras la muerte de Isabel, el 26 de noviembre de 1504, y el fugaz reinado de Felipe I el Hermoso, muerto sorpresivamente el 25 de noviembre de 1506, asumió Fernando la regencia castellana hasta la mayor edad de su nieto Carlos. Este período de gobierno fernandino se caracteriza por el dominio de un clan marrano, cuyos integrantes provenían en su mayoría de Aragón. Entre sus consejeros confesos hay que citar al licenciado Luis Zapata, "el Rey Chiquito" (80), y a Diego Beltrán. (81) En cuanto a los secretarios, todos eran judíos conversos: Miguel Pérez de Almazán, Pedro de Quintana, Lope de Conchillos, (82) Juan Ruiz de Calcena (83) y Hernando de Zafra. (84) Al igual que el tesorero Gabriel Sánchez y su hijo y sucesor Luis, marido éste de una nieta bastarda del rey, (85) así como el camarero Martín Cabrero, reemplazado luego por su sobrino del mismo nombre. (86) También gozaba de gran predicamento en la corte, los Santángel y Caballería, entre otros. (87) Al hacerse cargo el cardenal Cisneros de la regencia (a raíz del fallecimiento de Fernando el 15 de enero de 1516), esta camarilla disminuyó sensiblemente su poder y algunos de sus miembros más conspicuos fueron desalojados de sus posiciones.

Sin embargo, no faltaron cristianos nuevos en elevadas funciones estatales y eclesiásticas, no obstante la oposición del prelado hacia ellos. (88) Esta situación no duró mucho y el clan marrano, valiéndose de su dinero e intrigas ante la corte de Flandes, volvió a ejercer su notable influencia aun antes de que el joven Carlos I asumiera el trono, alcanzando singular valimiento en la etapa inicial de su gobierno. Basta mencionar a Lope Conchillos en la secretaría de Indias, al camarero Cabrero, al secretario Quintana, al tesorero Luis Sánchez y al obispo de Badajoz, primer limosnero del rey y titular de la capilla de la Casa Real, Pedro Ruiz de la Mota, "máximo inspirador" de Guillermo de Croix, señor de Xebres, el todopoderoso ministro. (89) Con posterioridad las cosas cambiaron porque el César era consciente del peligro marrano y trató de conjurarlo, aun así en su reinado no escasearon encumbrados personajes de sangre judía, como el tesorero real Alfonso Gutiérrez de Madrid, quien financió el proyecto iniciado en 1518 para anular el Santo Oficio. (90) Por otra parte, carente siempre de recursos -consumidos por las permanentes guerras que debió librar-, Carlos recurrió a!os prestamistas conversos, que de ese modo no dejaron de gravitar en los asuntos de Estado.

Pese al mayor rigor de la acción inquisitorial y las prevenciones tomadas respecto a los cristianos nuevos, en el reinado de Felipe II, éstos también ocuparon algunos puestos claves. El más famoso fue sin duda Antonio Pérez, apodado el Portugués, (91) que se desempeñó como secretario del Rey, a quien traicionó, confabulándose con los enemigos de España y de la Cristiandad. "Aseguro -dijo Felipe- que los delitos de Antonio Pérez son tan graves, como nunca vasallo los hizo contra su Rey y Señor". El indulgente y en cierta medida admirador biógrafo de Pérez, Marañón, señala (92) que "estuvo toda su vida prendido en la red de los banqueros, especialmente de los genoveses", a los que "empujaba e introducía en los presupuestos reales", con propósitos mercantiles y también "indudablemente, con un sentido político". Buena parte de estos "ginoveses" (y no algunos, como sostiene Marañón) eran hebreos conversos. (93) Pérez estuvo en secreta alianza con Inglaterra, apoyó la causa del marrano Don Antonio, pretendiente a la corona lusitana, y perteneció clandestinamente a "la falsa y depravada secta de los hugonotes" (94), cuya cabeza en Amberes era en ese entonces Marco Pérez, con el que estaba emparentado. (95) Durante años se dedicó al saqueo de las arcas reales y a otros ilícitos, viviendo con un lujo desusado y, como si esto no bastara, era un pervertido sexual. Juzgado por traición, crímenes y herejía, fue condenado por la Inquisición y quemado en estatua (96) el 20 de octubre de 1592 en la plaza del mercado de Zaragoza. Está de más señalar que cuando huyó de Espa*ña, Pérez siguió conspirando desde el extranjero.

Una visión muy elocuente de la importancia de los conversos en la sociedad española en tiempos de Felipe II, la proporciona el célebre memorial que le presentó el cardenal-obispo de Burgos, Francisco de Mendoza y Bovadilla -por cuyas venas corría sangre judía-, cuya veracidad es cuestionada por los numerosos afectados, pero que contiene datos demoledores sobre la nobleza de título de sangre marrana, gran parte de cuyos miembros, además de otros entronques, descendía del famoso judío converso Ruy Capón, almojarife (97) de la reina Urraca, y de la hebrea Isabel Droklin: los marqueses de Villena, Villanueva, Villanueva del Fresno, Villafranca, Aguilar, Vélez del Carpio, etc.; los duques de Maqueda, Osuna, Alburquerque, Alcalá, Medina Sidonia, etc.; los condes de Benavente, Aranda (antecesores, no se olvide, del funesto ministro de Carlos III), Monteagudo, Oropesa, Fuensalida, Palma, Soria, Monterrey, Cifuentes, Nieva, Puñonrostro, de la Puebla, etc.; el condestable de Castilla, los mariscales de Navarra, los Padilla -adelantados de Castilla-, los Portocarrero, Puebla de Montalbán, Girón, Alvarez de Toledo, Medinaceli, Enriquez -almirantes de Castilla, Peñaranda, Castilla, etc. (98) Las informaciones del memorial, referidas fundamentalmente a Castilla, junto con las que brinda el Libro Verde de Aragón, proporcionan un cuadro alarmante de la infiltración judeoconversa en la nobleza de los reinos más importantes de España, Lo que produce mayor asombro es la extrema celeridad con que se operó el fenómeno, cuya causa prin*cipal, como denunció el ilustre Siliceo, fue la riqueza de los conversos.

Ni siquiera el Santo Oficio estuvo exento de tal infiltración, según lo prueba el caso del propio cardenal Mendoza y Bovadilla, que era miembro del mismo y señaló la existencia en Navarra de inquisidores confesos.
 (99) Basta recordar al inquisidor general Diego Deza y al inquisidor general de Aragón, Martín de Santángel, tío de Luis de Santángel, ¡el asesino de San Pedro de Arbués! (100) Felipe II fue quien combatió con mayor celo y eficacia, pese a todo, a los falsos conversos. El Santo Oficio fue apoyado sin reservas y bajo su reinado se extendieron los estatutos de limpieza de sangre. Sin embargo, la falta de una fundamentación racista integral del problema, hizo que creyera factible la conversión de algunos judíos. Es así que en 1589 el rey y la infanta fueron padrinos de bautismo de un acaudalado rabino. (101) A partir dei reinado de Felipe III, cuando se inicia la vertiginosa descomposición del gran imperio, se acrecienta en forma considerable la presencia de los cristianos nuevos en la conducción del Estado, situación que se agrava hasta límites alarmantes con Felipe IV y su corte plagada de banqueros judeo-portugueses.
Una muestra de la influencia de los conversos en España la constituye el control que ejercían sobre numerosos cabildos. Márquez Villanueva observa que "los cargos concejiles se volvieron hereditarios, o al menos patrimoniales, durante el siglo XV... Los conversos debieron favorecer con todas sus fuerzas estas tendencias a la transformación en aristocracia de la burguesía concejil. El manejo de los asuntos locales durante varias generaciones les permitía acumular riquezas y entroncar con las familias nobles o tenidas por tales. Así se han originado predominios locales que han llegado hasta el siglo XIX", (102) "No parece haber existido una sola familia conversa -agrega el citado autor- que no haya tenido su representación en algún mundillo concejil" (103) Ni la Inquisición ni las prohibiciones reiteradas contra los cristianos nuevos y descendientes de judaizantes para desempeñar tales oficios, pudieron impedir que los conversos siguieran detentando un inusual número de cargos concejiles. (104) De este modo, manifiesta Blázquez Miguel, "las mismas familias estaban siempre presentes, aunque con sobresaltos. Las Cor*tes de 1542, 1551 y 1563 insisten en que los cargos sean inaccesibles a los inhábiles, lo que indica que el problema estaba latente. El dinero y los buenos servicios allanaban muchos caminos". (105) El acceso de los conversos a los cabildos no fue obstaculizado, salvo casos excepcionales, bajo Felipe II y, por supuesto, marchó viento en popa con los monarcas que le sucedieron, no obstante la reiteración de las reales cédulas y provisiones en contrario.

Los conversos contribuyeron de modo singular a la extensión y agravamiento de la corrupción concejil. A pesar de que Márquez Villanueva afirma que los cristianos viejos no le iban en zaga en cuanto a inmoralidad, los datos que suministra permiten llegar a la conclusión de que los confesos sobrepasaban en mucho a aquéllos. El nombrado llama la atención sobre "las enormes riquezas que muchos conversos lograron acumular desde sus puestos de mando". (106) Pero, aparte del entroncamiento con linajes nobles, la corrupción y el enriquecimiento ilícito, la más grave resultante de este masivo acceso a las funciones concejiles, fue que muchas villas y ciudades eran gobernadas por judíos conversos, (107) detentadores del poder económico y financiero. En Portugal se vivió, en escala mayor, un proceso similar. Hacia allí se había dirigido primeramente el grueso de ¡os judíos públicos que salieron de España. Pero, poco después, a instancias de la Corona española, se dictaron medidas para expulsar a los hebreos profesos, llegándose inclusive a la conversión forzosa de 1497, dispuesta por el rey Manuel, donde la mayoría de los israelitas, nacidos en el reino u oriundos del país vecino, fueron bautizados.

Este hecho hizo que permanecieran en Portugal numerosos judíos, lo cual trajo aparejado los mismos resultados que en España. Refiriéndose a los tiempos de Manuel I, Pineda Yañez escribe que "en lo alto sólo se contemplaban audaces cristianos nuevos dominando los puestos claves de la Administración pública, y los accesos de la primera sociedad", (108) El judío Link, entre otros, hace referencia también al papel jugado por los conversos en las cortes lusitanas, sobre todo en el aspecto financiero y político. (109) En cuanto al comercio y las finanzas, la hegemonía de los "cristaos novos" era aplastante. "Los más vitales elementos del mundo comercial de Lisboa, manifiesta Roth, especialmente los que se interesaban en toda nueva rama de actividad, pertenecían a esa categoría". (110) Pero para este estudio, obviamente, lo que interesa es seguir la evolución del marranismo en España que, por otro lado, gobernó Portugal desde 1580 hasta 1640.
69- Yitzhak Baer, Hístoria de los judíos en la España cristiana, t. II, p. 586, ed. Altalena, Madrid, 1981. Marín Padilla repara en esa convicción marrana y también cita la referencia de Baer (cf. Marín Padilla, ob. cit., p.65).
70- A. de los Ríos, ob. cit., T. II, p. 163.
71- El padre de los Sánchez era el notario Pedro Sánchez, apellidado Usuf cuando era judío público, y la madre era una conversa de Tortosa (cf. Anchías, ob. cit., n° 420, p. 563). Creo de interés anotar que el nieto del tesorero Gabriel Sánchez, Francisco de Gurrea (vástago de su hija Aldonza, que casó con Miguel de Gurrea) fue gobernador de Aragón y se unió a doña Isabel de Moncada, hija de don Juan de Moncada, señor de Aytona (ibid., p. 564).
72- Anchías, ob. cit., n°422, p. 280.
73- Ibid., n° 424, pp. 582 y 584.
74- Su expediente inquisitorial desapareció, igual que el del obispo de Segovia. Hubiera sido de mucho interés examinarlo.
75- Respecto a la misión cumplida por Alfonso de la Caballería, hecho muy conocido, puede consultarse entre otros a Amador de los Ríos, ob. cit., t. ll, pp. 147-148 y Francisco Fernández y González, Instituciones jurídicas del pueblo de Israel en los diferentes estados de la Península ibérica, desde su dispersión en tiempo del Emperador Adriano hasta los principios del siglo XVI, t. l, p. 308, ed. Biblioteca Jurídica de Autores Españoles, Imprenta de la Revista de Legislación, Madrid, 1881. Acerca de Senior, cf. Haim Beinart, Judíos en las cortes reales de España, pp. 8 y 27, B.P. Judía, ed. C.J. Latinoamericano, Rama del C.J. Mundial, Bs.As., 1975. Antes de su conversión este rabino, que además era una potencia financiera, fue designado tesorero de la Hermandad y "como este puesto estaba prohibido a los judíos (públicos, F.R.C,) las entradas del mismo se inscribían a nombre de uno de los cortesanos de la reina" (ibid., p. 8). No es cierto, sin embargo, que el collar que envió el futuro monarca de Aragón a Isabel lo haya proporcionado Alfonso de la Caballería o un judío público de nombre Selemoh. La joya, valuada en 40.000 florines de aro, pertenecía a Juan II y había sido empeñada en Valencia el año 1486 por 10.000 florines. Fue devuelta con la condición de que se entregara a ia princesa Isabel dentro de los ocho meses, caso contrario debería ser reintegrada a los prestamistas. El collar fue puesto en manos de Isabel por el arzobispo de Toledo, Alonso del Carrillo (cf. Manuel Danvila, Tres documentos inéditos referentes al matrimonio de los Reyes Católicos. 1468, 1469 y 1470, en BRAH, t. 40, pp. 135-136 y 143-146, 1902).
76- A. de los Ríos, ob. cit., t. If, p. 166.
77- Ibid., t. II, p. 148.
78- Liamgat, ob, cit., pp. 7-8-.
79- Diego López de Ayala, el fiel camarero de Cisneros y su delegado ante la corte de Flandes, escribía al cardenal desde Bruselas el 2-12-1516: "Hágole saber que hablando con Su Alteza de esta materia (los conversos, F.R.C.), me preguntó que le dijese cuáles eran confesos de los que estaban acá. Yo se los nombré, así los que están recibidos cuanto los que trabajan (para) entrar. Dijo Xebres que el Rey Católico (que) era tan sabio, que por qué se servia de ellos. Respondile que era tanta su sagacidad y manejo que se entraban sin meterlos, y de estar tan arraigados jamás los pudo apartar de sí. Y que la Reina, que Dios haya, por consejo de Su Señoría (Cisneros, F.R.C.) los echó de su Casa. Que el Rey Nuestro Señor (Carlos, F.R.C.) se preciase de parecerse a ella y ahora, al principio, se excusase de ellos" (cf. Manuel Giménez Fernández, Bartolomé de las Casas, t. l, p. 274, ed. Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla, Sevilla, 1953). Resulta evidente la defensa de los confesos que intentó Xebres, quien se dejó sobornar por ellos como se verá.
80- El apodo de este converso madrileño se explica "por lo exiguo de su estatura y gran influencia en Fernando V" (cf. ibid., t. l, p. 116 y t. II, p. 236, ed. aludida, Sevilla, 1960).
81- Sobre su condición marrana, ver ibid., t. I, p. 265 y t. II, p. 16.
82- sbid., t. I, p. 8. El influyente Miguel Pérez de Almazán, natural de Calatayud, posibilitó el encumbramiento de su conracial y pariente Pedro de Quintana, oriundo de Tarazona, que en las postrimerías del gobierno de Fernando se desempeñó como embajador en Austria y Francia y sucedió a aquél en el cargo de secretario de Estado, "desde donde apoyó a su sobrino Lope Conchillos y Quintana, secretario para Indias; a su suegro, Mosén Jaime Ferrer, corregidor de Toledo, y al hermano de éste, Mosén Luis, duro carcelero de doña Juana en Tordesillas" (ibid., p. 8). Pedro de Quintana fue el secretario favorito de Fernando (ibid., p. 290).
83- lbíd., p. 8.
84- Respecto al marranismo de Zafra, cf. ibid., t. II, p. 214.
85- Ob. cit., t. I, pp. 8 y 56. Fue tesorero de Aragón hasta su muerte el año 1530.
86- Ibid., t. I, p. 8.
87- Ibid., p. 8.
88- En la obra de Giménez Fernández hay sobradas pruebas de la posición adversa a los cristianos nuevos del cardenal, que se trasunta en el consejo que daba al joven Carlos en su carta del 3-4-1516, en la cual decíale que "de aragonés y confeso no confíe ninguna cosa" (ver Giménez Fernández, ob. cit., t. 1, PP 8-9).
89- Ibid., t. II, pp. 35 y 140. El lector hallará abundante información sobre el papel marrano en el periodo inicial del gobierno de Carlos, en el mencionado libro de Giménez Fernández.
90- Fila, ob. cit., pp. 307-327.
91- En la sentencia del Santo Oficio se lee acerca de su origen: "A más de su propio y mal ánimo y natural indignación, le venía de casta y generación la mala cristiandad y aborrecimiento a la Inquisición y deseo de que no hubiese tan recto tribunal; porque, además de ser descendiente por línea recta de judíos convertidos a nuestra Santa Fe, Mosén Antonio Pérez, vecino y natural de Ariza en este Reino de Aragón, bisabuelo del reo, siendo judío y habiéndose bautizado, había después testificado de haber hecho ceremonias de la dicha (ésto figura tachado en el original, F.R.C.) ley de Moisés y vuelto a ella, como constaba en los registros de esta Inquisición; y que Juan Pérez, hermano del dicha Mosén Antonio Pérez, habla sido relajado a la Justicia y brazo seglar con confiscación de bienes por hereje y judaizante, descendiente de tales" (véase Sentencia del Tribunal de la inquisición contra Antonio Pérez, en Gregorio Marañón, Antonio Pérez, t. II, p. 834, Sa edic., ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1969). Se ha dicho que el Santo Oficio no pudo probar el origen judío de Pérez, lo cual es falso, pero -y esto lo hace notar el projudío Marañón- a él y a sus partidarios no les fue posible demostrar su ascendencia no-judía, porque, según estima aquél, dicha imposibilidad obedecía "a la necesidad de ocultar su origen israelita" (ibid., p. 17).
92- Marañón, ob. cit., t. 1, pp. 93-94 y 96*
93- "Ginovés" fue otro de los vocablos para designar al judío, como después lo sería "portugués". Para el pueblo, observa Pineda Yañez, "un genovés no sólo podía haber nacido en Liguria, sino en cualquier región de España, pero eso sí siempre que tuviera en sus venas sangre hebrea" (v. Rafael Pineda Yañez, Cómo disimulaban al judío los primeros cronistas de Indias, en la revista judía Comentario, n° 58, p. 45, Bs.As., enero-febrero de 1968).
94- Sentencia precitada de !a inquisición, en Marañón, ibid., t. II, p. 824.
95- Marañón, ob. cit., t. I, p. 18.
96- A los que escapaban o habían fallecido, se les quemaba su estatua para ejemplo público y oprobio de sus descendientes.
97- Recaudador de impuestos.
98- Cardenal Francisco de Mendoza y Bovadilla, El Tizón de la Nobleza de España o máculas y sambenitos de sus linajes, Imprenta de Francisco Gómez, Cuenca, 1852. (El titulo de marras no se lo puso el autor del memorial, pero así se conoce éste desde el siglo XVI). El motivo de la denuncia efectuada por el prelado fue la oposición del Consejo de Ordenes a conceder hábitos a sus sobrinos -hijos de conde de Chinchón-, por no satisfacer las probanzas de limpieza.
99- Ibid., p. 16.
100- Anchias, ob. cit., n° 422, pp. 249-250.
101- William Thomas Walsh, Felipe II, 6ª. edic., p. 732, ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1968.
102- Francisco Mázquez Villanueva, Conversos y cargos concejiles: en el siglo XV, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, t. LXIII, 2, p. 526, Madrid, julio-diciernbre de 1057.
103- Ibid., p. 509.
104- Ibid., pp. 538-539.
105- Blázquez Miguel, ob. cit., p. 46.
106- Márquez Villanueva, ob. cit., p. 537.
107- Giménez Fernández, ob. cit., t, ll, p. 15.
108- Pineda Yañez, art. cit., p. 52. La función de médico real la cubría el marrano Emmanuel Vaz en tiempos de Juan III, el cual ocupó igual cargo que cuando Felipe II se instaló allí, luego de la unificación (cf. Roth, Historia, etc., p. 72).
109- Link, ob. cit., p. 12.
110- Roth, Doña Gracia Mandas, p. 35, ed. Israel, Bs. As., 1953.

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