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Los
revolucionarios siempre vamos a la raíz de las cosas, por eso
defendemos nuestras raíces, nuestra identidad. Lo somos de manera
radical, inconformista, nunca de manera silenciosa, nunca nos quedamos
en la conversación del bar, es más, somos enemigos de los habituales del
bar. Los revolucionarios no hacemos un uso de los “festivos” para
relajarnos y olvidarnos de la revolución que está por hacer, nosotros
nos volvemos más revolucionarios, porque cuando unos están en la playa o
viendo a su equipo jugar al fútbol, nosotros salimos a trabajar por la
revolución.
Ahora toca la Navidad, el sistema manda
que por una parte compres y compres, ya que el capitalismo es el
parásito que se nos ha instalado en el alma y que nunca está lo
suficientemente satisfecho con todo lo que compres, con todo lo que
perviertas la esencia de tu identidad. Y por otro lado te manda que
perviertas la esencia de estas fechas.
Comprar para olvidar, igual que el que
bebe para olvidar, las compras anestesian la conciencia. Lo
revolucionario es no comprar, o si compras hazlo en el pequeño comercio,
compra en la tienda de tu barrio, compra una cosa, algo pequeño, prueba
a hacer tú el regalo para los tuyos, que lo que reciban tenga tu sello,
parte de ti, no de tu sueldo. Lo revolucionario es que compres esos
libros malditos, que tus libreros y editores tengan una feliz Navidad
aunque Gallardón les esté cocinando que las próximas las pasen en la
cárcel, ellos pese a todo, seguirán luchando por Principios, por
Lealtad. Sé revolucionario, regálate libertad de conciencia y regalasela
a los demás.
Lo revolucionario es que sientas lo que
regales, pero en el alma, no en la cartera, tu cartera es la que
alimenta al sistema ¿lo recuerdas? Que las luces de las calles
comerciales no te lo hagan olvidar. Que el papá Noel del escaparate no
te nuble la vista y te haga olvidar la esencia de estas fiestas, ese
gordo hortera, representativo de una prefabricada “civilización”
genocida, imperialista y decadente no tiene derecho a invadirnos, a
imponerlos otro día de compras, a ceder más y más de lo nuestro, de
nuestra tradición. Ese gordo no puede andar colgado de nuestros balcones
evidenciando lo renegados y vendidos que somos.
Las luces, esas que todos pagamos de
nuestros bolsillos, para fomentar las compras, mientras miles de
españoles duermen en las calles, mientras millones de españoles no
tendrán turrón, ni un plato de carne en sus mesas en estas fechas,
mientras otros tantos millones sueñan con un trabajo, y si es posible
antes de navidad, para no pasarlas en la calle porque el maldito banco
les ha puesto la soga al cuello, ¡a toda la familia!. Lo revolucionario,
es que te unas a alguna causa social patriota, que compartas tu
Navidad. Lo revolucionario es que dones alimentos, un juguete, un
cuaderno, unos lápices de colores, un abrigo…Lo revolucionario es que
vengas y actúes, que participes, que un poco de ti quede en el recuerdo
grato de los que más sufren de tu pueblo. Dedica un día a acompañar a
enfermos, ancianos, dona sangre, hazte donante de órganos, regala vida,
no un regalito comprado en el Corte Inglés…Lo revolucionario sería poder
contar contigo y que otros sepan que pueden contar contigo y que la
Navidad existe aun.
Lo revolucionario es defender lo nuestro
y que aunque no creas, sepas que lo que se celebra es un Nacimiento, no
es el gordo del traje rojo, no es unos días de borracheras y juergas,
no son vacaciones vacías. Lo revolucionario es que unas y reúnas a tu
familia, insiste en el valor real de estas fechas: LA FAMILIA. Valora
cada momento, haced cosas juntos, ojalá lo hiciéramos todo el año eso si
que sería más que revolucionario.
Hace unos días, mi hijo mayor, me
preguntaba ¿si estás contra el capitalismo y estás fechas lo son del
capital, porqué las celebras? Muy sencillo, yo celebro mis raíces, mi
raíz católica y mi creencia pagana. Mi pueblo tiene una tradición que
creas o no, es la que es, a quien no le guste tan sencillo como ir a
trabajar como acto de protesta ya que para ellos no hay nada que
celebrar.
Crecí entre belenes, entre villancicos,
en la reunión de una gran familia de la cual nacían otras familias y
todas numerosas, que nos reuníamos en estas fechas alrededor del hogar,
el televisor estaba a la espalda, apagado. Nuestros padres bromeaban,
nosotros jugábamos, hacíamos de las nuestras…la Navidad era familia,
unión, sentimiento, y tradición. A veces no había regalos, a veces papa
había tallado un barco nuevo durante unos días para cada uno de
nosotros, a mano, un tesoro. Mama había tejido alguna chaqueta de
abrigo, y la abuela había bordado algo. Era Navidad, podíamos llorar
ante alguna ausencia, no porque había menos turrón, o regalos más
baratos. Los belenes a veces tenían figuras hechas por nosotros en
clase, ahora los belenes están proscritos de muchas clases. Ahora no sé
que enseñan qué es la Navidad ¿una época de compras compulsivas? ¿Una
época de lucecitas y macrofiestas con barra libre?
A mi hijo le expliqué que, porque estoy
contra el capitalismo, celebro la Navidad, y tengo mi Belén y mi árbol
de Navidad, y hago a mano la postal navideña que envío, o los mails para
amigos. Cuando montamos el Belén y adornamos el árbol se cantan
villancicos, todos juntos. Mis hijos pequeños reciben reyes magos, no a
un señor gordo de rojo con cara de borracho y si lo veo en mi balcón le
corto la soga para que se la pegue, por ocupa y ladrón. Porque soy
anticapitalista conservo la esencia de estas fechas y respeto su
catolicismo y lo trasmito, porque es mi herencia y no reniego de ella y
porque no soy una hipócrita que dice no creer pero “celebra”. Porque
estoy contra la mercantilización de estas fechas y por creencias, por
fe, celebro mi solsticio. No hay incompatibilidad, mi paganismo no está
contra mi legado católico, comparten raíces, espacio y tiempos.
Porque estoy contra el empobrecimiento y
la corrosión de la espiritualidad de mi pueblo hay un pequeño bastión
anticapitalista que resiste e intenta conservar y legar la verdadera
esencia de estas fechas a mis hijos y al resto de mi familia en mi casa.
Aunque el sistema borre lo que somos, si nosotros no se lo permitimos,
jamás podrán lograrlo. Lo revolucionario es ser el guerrero que luche no
solo en la política, también en el espíritu, y hasta en el pensamiento.
Cada hogar patriota debe ser revolucionario, especialmente en estas
fechas, y llevar más allá de los muros de su casa esa revolución, que es
exterior e interior.
Un día, esos corazones revolucionarios
encenderán la Llama de la revolución social que tanto necesita este
pueblo, nuestra civilización y un espíritu tan grande tan grande que ni
el capitalismo será capaz de ahogarlo.
Feliz y Revolucionaria Navidad
Feliz y Revolucionario Solsticio
Carmen M. Padial
Coordinadora General del Movimiento Social Republicano
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