Un simpatizante ultraderechista en una concentración en Madrid. (REUTERS)
Un retrato de Primo de Rivera
recibía al visitante esta semana en la web de Amanecer Dorado, la
formación neonazi que en las pasadas elecciones legislativas griegas
cosechó el 7% de los votos y sentó en el Parlamento a 18 diputados. La
razón del homenaje va más allá de la admiración. El líder del partido, Nikolaos Michaloiakos, tenía planeado viajar a Málaga en estas fechas, donde se había anunciado la creación de una filial española de su formación ultra. La fecha ha pasado, sin embargo, y nada se sabe del desembarco de la triunfante marca neonazi en España o del que sería su supuesto patrón, Miguel Ángel Fontán.
De
momento, el pastel de la extrema derecha española nacional seguirá
repartido entre los mismos grandes barones, incluyendo los que reniegan
del epíteto. "El sistema tiende a etiquetar para desacreditar", explica a
El Confidencial Manuel Canduela, presidente de Democracia Nacional. "Basta leer nuestra propuesta para ver que no somos de derecha convencional, mucho menos de extrema derecha".
No es el único que libra esta guerra retórica. Los profetas de la extrema derecha aseguran que son tradicionalistas, transversales, identitarios o patriotas, pero no ultraderechistas. Y no se quedan ahí. José Luis Roberto, líder de España 2000, asegura además que en su partido no son "racistas, sino preferencialistas". El presidente de Plataforma per Catalunya (PxC), Josep Anglada,
mantiene que no es "xenófobo, sino realista", y que su partido “no es
de derechas ni de izquierdas”, sino “la plataforma del sentido común al
servicio del ciudadano”. Y Rafael López Diéguez va incluso más allá, asegurando que Alternativa Española trasciende la categoría política y es "un instrumento al servicio de Dios y de España".
Los mesías en su laberinto
Para
sus críticos, no obstante, el eufemismo salta por los aires a la vista
de sus propuestas. José Luis Roberto, el líder de España 2000, pide
repatriar inmediatamente a los "excedentes de la inmigración”, denuncia
“la centrifugación y el descoyuntamiento del Estado” y cree que PP y
PSOE han “estimulado la transexualidad”. También ha creado el primer
hogar “social-patriota” de España, un albergue que atiende solo a
“camaradas en situación crítica”.
Sin embargo, y pese a la dureza de algunas de sus propuestas, España 2000 fue el sexto partido más votado en la Comunidad Valenciana en las pasadas elecciones autonómicas y cosechó el 5% de los votos en Alcalá de Henares, Madrid. Nadie duda de que el Cojo, como se le conoce en los ambientes políticos, debe buena parte de su éxito a su habilidad para la oratoria.
Roberto
no es solo la pujante estrella de la ultraderecha valenciana. Este
exitoso empresario y exmilitar es también dueño de Levantina de
Seguridad, de varios gimnasios y del despacho de abogados Roberto &
Salazar. Y por si fuera un hombre poco ocupado, ejerció como secretario
general técnico de la Asociación Nacional de Empresarios de Locales de
Alterne (ANELA) hasta su dimisión en 2011, propiciada, según él, por su
fulgurante despegue político, y precipitada, en realidad, por las
críticas y el distanciamiento de muchos de sus correligionarios
ideológicos. No entendían que Roberto hiciera bandera de "los
españoles primero" mientras defendía los intereses de un negocio, el de
la prostitución, donde la inmigración ilegal suele ser materia prima y
objeto de explotación. Su retrato en crudo tanto en Diario de un skin como en El año en que trafiqué con mujeres, del investigador Antonio Salas, tampoco ayudó a promocionar su nombre.
Roberto,
no obstante, ha conseguido esquivar cualquier acusación de hipocresía
con la sola herramienta de su discurso, recurriendo para ello al tema
político de amplio espectro, como la reforma de la ley electoral, el
castigo a la corrupción o la garantía del derecho a una vivienda. Como
él, muchos otras personalidades de la derecha más a la derecha no dudan
en tirar de los convencionalismos de moda en el discurso de la
desafección políticia, denunciando al "PPSOE", criticando a la "casta
política" y hablando de la ausencia de una "democracia real".
En otras palabras: saben descender a las alturas del hombre común
y compartir eslogan con indignados, activistas antidesahucio y
desertores de los grandes partidos. "En tiempos como los que vivimos,
esta retórica es un filón", sentencia Aitor Hernández-Carr,
profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Barcelona. Y muchas
de estas personalidades, explica, se nutren políticamente del "voto de
protesta, antipartido y antisistema para canalizar la indiferencia hacia
los partidos tradicionales en su propio provecho". No por nada los
analistas la denominan con frecuencia nueva derecha populista.
Extremismo de alcurnia
Por supuesto, no todo es nuevo bajo el sol. Rafael López Diéguez, secretario general de Alternativa Española, se define como socialcristiano y transversal,
aunque ya en el segundo punto de su programa político entra de lleno en
la reivindicación nacionalista. AE culpa a PP y PSOE de la
"disgregación" del país y propone "un urgente proceso de restauración
nacional".
Y sabe de lo que habla. López Diéguez está casado con la hija de Blas Piñar, histórico diputado franquista y fundador de Fuerza Nueva que hoy asume la presidencia honorífica de AE. Tras la muerte de Franco,
Piñar refundó Unidad Nacional como Frente Nacional -concebido como un
gemelo de su homólogo francés y apoyado por el Movimiento Social
Italiano- con la ambición fallida de constituirse en un referente de la
denominada euroderecha. Se ha relacionado tanto con la Alianza por la Unidad Nacional de Ricardo Sáenz de Ynestrillas
como con FE-La Falange y no oculta su nostalgia franquista. A sus 93
años, este referente ultraconservador sigue acudiendo puntual a su cita
en la plaza de Oriente de Madrid cada 20 de noviembre.
Unas
visitas que, sin embargo, no rentan electoralmente. Cuando crece en
Europa de forma lenta pero sostenida, los expertos ponen los discretos
resultados de la ultraderecha en España en continuidad con el lastre franquista. "En cuestiones identitarias de produce un efecto vacuna", explica José Ignacio Torreblanca,
profesor de la UNED. "Venimos de un régimen que abusó tanto de la
identificación nacional y el discurso xenófobo que la única oportunidad
política real de sus herederos ideológicos pasa por reinventarse y
prescindir del imaginario de las águilas, las banderas y la simbología".
El antiislamismo, un caladero electoral pendiente
Algunos han aprendido la lección, aunque acumulan sus propios fantasmas. En 2011, la número tres de PxC, Juana Dolores Martínez, denunció por amenazas al líder de la formación, Josep Anglada, al que acusó de forzar su dimisión tras saberse que mantenía una relación con un hombre
de origen subsahariano. Aunque fue absuelto por el tribunal, no sería
la primera vez que el polémico Anglada desfila ante el juez. Este autoproclamado “Sant Jordi del siglo XXI” acumula varias condenas por agresión y un completo rosario de denuncias, incluyendo una de una candidata del partido y otra de su propio hijo (que acabó retirándola).
Como los otros próceres de la extrema derecha, Anglada maneja a la perfección la retórica del descontento político.
"Algún día la casta política española pagará su alta traición a la
buena gente de España", anunció este verano en un mitin en la madrileña
localidad de Torrejón de Ardoz. Allí acudió en nombre de la filial
nacional de PxC, Plataforma por la Libertad (PxL), para intentar frenar
la construcción de una mezquita, y allí agradeció su asistencia a los
simpatizantes “por venir a luchar contra la islamización de España".
Nuevas divisiones políticas
La
ultraderecha regionalista de PxC es la excepción, y para algunos ni
eso. “Me dicen que Anglada […] no es así en el fondo, que no está a
favor de un nacionalismo catalán". Así se expresaba Manuel Canduela,
presidente de Democracia Nacional, en la Librería Europa, verdadero
epicentro barcelonés de la propaganda de la extrema derecha. Canduela,
para quien el discurso patriótico es condición sine qua non, practica un discurso de corte más europeísta que el de cualquier otro prócer de la extrema derecha.
O
de la antiglobalización, en sus propias palabras. "Aunque seguimos
dividiendo el espectro político en izquierdas y derechas, la realidad es
que se divide entre globalizadores y antiglobalización", explica a El Confidencial.
"Entre quienes están a favor de un gobierno mundial de tintes
tiránicos, aún sin saberlo, y quienes pretendemos seguir teniendo
democracia, soberanía nacional y libertad. En esa lucha se enmarca
también la defensa de la identidad, la tradición y la nación. Gran parte
de los ciudadanos van percibiendo que este proceso globalizador que
padecemos les deja sin lo mínimo, que es su identidad nacional. De ahí
la reacción en toda Europa".
Canduela, sin embargo, no consigue sacudirse el estigma de su pasado en la escena skin head. Sus detractores recuerdan que en la década de los noventa fue vocalista y líder de División 250, una banda del movimiento cuyo éxito más sonado decía: “Eh,
negro, vuelve a la selva, Europa es blanca y no es tu tierra”. También
fue encontrado culpable de asociación ilícita en Acción Radical, una
agrupación sospechosa de ataques contra homosexuales, colectivos de
izquierda y extranjeros que acabó desmantelada tras el asesinato de un
joven antifascista.
Su carisma, no obstante, es
innegable, y lo son todavía más sus convicciones. Desde la llegada de
Canduela a la presidencia de Democracia Nacional en 2004, el discurso de
la formación se ha radicalizado, centrando sus acusaciones en la llegada masiva de inmigrantes. También lo ha hecho su aparato propagandístico. En 2007, los medios de comunicación se hicieron eco de un polémico cartel
de DM en el que aparecían varias ovejas blancas sobre los colores de
una bandera española y una negra siendo expulsada de una patada.
¿Debería sorprendernos? El analista político Jorge Galindo,
de Politikon, piensa que no. En su plataforma animan a comparar "el
discurso de cualquier líder de la extrema derecha patria con el de Marine Le Pen o el de Geert Wilders.
El nivel de articulación fuera es muy superior". Esta singularidad,
sostiene Galindo, explica en parte el escaso crecimiento electoral de la
extrema derecha en un contexto, el europeo, donde sí sube.
"Esto
no quiere decir que no se esté abriendo el espacio para este tipo de
partidos en España", advierte. "Los grandes están perdiendo apoyos de
manera considerable, y los pequeños son capaces de absorber solo hasta
cierto punto y más bien por el centro y por la izquierda. Una vez el PP
empiece a erosionarse de verdad ante la crisis quedará espacio a la
derecha para que un número creciente de descontentos apoye alguna aventura del populismo derechista".
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