Yo mismo he constatado cómo muchos sacerdotes han cambiado su actitud y sus ideas respecto a este combate de la Tradición contra sus enemigos, y esto con más frecuencia desgraciadamente en los nuevos sacerdotes. Yo mismo soy víctima de esta nueva línea en nuestros superiores, llena de omisiones respecto a nuestra lucha y nuestro combate. (…) Y puesto que ya no puedo desempeñar más mi misión como sacerdote dentro de la Fraternidad, la cual consiste en enseñar toda la verdad y denunciar todo el peligro que pueda amenazar el bien de las almas, he decidido continuar mi ministerio fuera de la estructura de la Fraternidad, aún si yo sigo perteneciendo a ésta, y esto para bien de los fieles que en esta Ciudad de México quieran recurrir a mi ministerio sacerdotal.
J+M
LA HORRIBLE OMISIÓN
“Cuando la sal pierde su sabor…”
Carta abierta del Padre Hugo Ruiz Vallejo a los fieles
de la Tradicion de la Ciudad de México
Muy estimados en Cristo,
Algunos de ustedes ya estarán al
corriente de mi salida de mi residencia habitual la Casa San José, aquí
en la Ciudad de México. Para evitar malentendidos y perplejidad entre
vosotros es no sólo importante sino también necesario que yo dé una
explicación de las razones graves que han creado en mí esta necesidad.
Nadie entre nosotros debería ignorar las
motivaciones que dieron origen a lo que hoy se le llama el movimiento
tradicional, al inicio presente en diversas partes del mundo pero ahora
sobre todo en la Fraternidad San Pio X, obra de un obispo ejemplar
llamado Marcel Lefebvre, el que ha intentado salvar los valores de la
Iglesia Catolica frente a la invasión del modernismo que embistió la
Iglesia de Cristo sobre todo por el llamado Concilio Vaticano II y por
todas las reformas de la Iglesia de las que este concilio ha sido la
causa eficiente. Este ataque suscitó un movimiento muy legítimo de
defensa hecho por los católicos auténticos, lo cual debería ser en sí
mismo algo muy natural y necesario. La lucha y el combate contra los
errores doctrinales del mundo moderno que fue hecha por los Papas de los
siglos XVIII, XIX y XX, y muy particularmente por el Papa San Pio X,
fué tambien la que nosotros quisimos asumir e intentar llevar a su
término.
Sin embargo, nosotros constatamos, sobre
todo los tradicionalistas que hemos conocido el inicio de esta lucha,
que muy gradualmente nuestros superiores han ido bajando el tono de
nuestras exigencias y de nuestro combate por la defensa de la Fe. Que
primero se ha aducido como medio para convertir a Roma no sólo el hecho
de ya no denunciar con la misma fuerza los desvíos de los hombres de
iglesia, sino también el de hacer un acercamiento cada vez más estrecho
con la Iglesia oficial. La pregunta es: ¿todo esto es un medio
proporcionado para convertir a Roma ? ¿o una simple ilusion ? ¿Se puede
convertir a alguien a la verdad disimulándole esta verdad ? ¿se puede
convertir a alguien siguiendo la pendiente de sus errores y de su
dialéctica ?
Muchísimos sacerdotes y fieles de
la Fraternidad San Pio X y de las congregaciones amigas vemos cada vez
con más inquietud una omisión que toma dimensiones más grandes y
equívocas. Un silencio cada vez más notable.
El hecho es que los romanos no han renunciado en nada a los graves errores del Concilio Vaticano II, ni a los de la nueva misa (Novus Ordo Missae), ni
a las reformas consecuencia de ese concilio que afectan la vida de toda
la Iglesia; sino que Roma sólo ha hecho algunas concesiones de tipo
político para acercar a la Fraternidad, pequeñas concesiones que no son
suficientes para ser probantes en cuanto al hecho de que haya un
verdadero cambio de rumbo en Roma, es decir en el sentido de la
Tradición. Antes por el contrario, se constata en todas estas
negociaciones y diálogos que hay una diplomacia llena de doblez. No
podemos basar nuestras grandes decisiones sólo en rumores o en hechos
que no son de ninguna manera una prueba de la conversión de los hombres
de Iglesia.
El hecho es que a pesar del
fracaso de las famosas discusiones doctrinales, hechas supuestamente
para convertir a Roma, (y que permenecen inéditas) se quiere a todo
precio ir adelante con este acercamiento a Roma, en condiciones
sobradamente peligrosas. Y para colmo, ya hay quienes hoy sólo
piensan en que la Fraternidad haga un acuerdo de sumisión a Roma,
importando poco si Roma se haya convertido o no…! (« Yo diria que,
delante esta realidad sublime, hablar de tener acuerdos o no con Roma,
es una bagatela. Defender la fe, guardar la fe, morir en la fe, eso es
lo esencial » Sermón de Mons. Fellay en Paris, el 30 de enero del
2013). Pero ¿es que acaso queremos depender de aquellos que no tienen
los mismos principios católicos que nosotros ? ¿acaso es posible poder
hacer una buena pastoral sin tener una buena doctrina? ¿acaso los que no
tienen una buena doctrina podrían dirigir la pastoral de los
tradicionalistas ? ¿cómo podríamos entendernos en cuanto a la práctica
de la Fe, si no tenemos los mismos principios en cuanto a la Fe y la
Moral ? ¿¡acaso el nuevo Papa Francisco no ha comenzado su
pontificado recomendando un libro del herético Kasper en la mismísima
plaza San Pedro, urbi et orbe ?! ¿y acaso no sería una
idea muy piadosa la de querer vivir en la cueva de Alibabá y los 40
ladrones para poder convertir a Alibabá y los 40 ladrones…? una idea muy
piadosa y llena de realismo…
Las conclusiones del último Capítulo
General de la Fraternidad han venido también a confirmar dramáticamente
nuestros temores, pues en la conclusión oficial de éste los dirigentes
de la Fraternidad declararon cuáles serían las 6 condiciones para que
nosotros aceptáramos con Roma un acuerdo o una regularización dentro del
sistema romano. De ellas 3 serían necesarias, y las otras 3 “deseables”
es decir que aún si el Papa no las concediera nosotros aceptaríamos de
todos modos el dicho “acuerdo”. Hago notar que una condición “deseable”
no es una verdadera condición. Mucho se podría decir de todas estas
condiciones, pero lo más grave es que en la primera condición de las
tres “deseables”: las decisiones de nuestros tribunales eclesiásticos
podrían ser deshechas por los tribunales de la iglesia conciliar, ¡y eso
con nuestro acuerdo! ¡es decir que ellos con sus principios modernistas
decidirían en la pastoral de los sacerdotes de la Tradición !!!
También, en la segunda condición de las “deseables”, se acepta en ella
la posibilidad de depender de los obispos locales, sabiendo muy bien
cómo ellos desean tener la oportunidad de someternos a las ideas y a la
pastoral del Concilio Vaticano II !!! Un verdadero suicidio programado
de la Tradición!!! Además, en la tercera de estas condiciones, también
se acepta la posibilidad de que quien dirija la comisión que nos
representaría delante del Papa, no fuera un miembro de la Tradición!
¿pero cómo nos podría representar alguien que no piense como nosotros,
ni que sea uno de nosotros…?! El Padre Maro Trejo, superior del Distrito
de México, dijo recientemente en la revista del Distrito “Dios nunca muere” (n°.41, p.7), que en la declaración del último capítulo de la Fraternidad “cada frase, cada palabra, ha sido pesada y sopesada para dar un testimonio de la fe de siempre”… ¿Entonces, en estas condiciones, como podría ser defendida la fe de siempre por personas que no la profesan más?
En todo caso, ahora ha quedado evidente
una nueva actitud respecto a Roma y a sus errores de quienes dirigen hoy
la Fraternidad San Pio X, una nueva posición llena de omisiones y
dispuesta a compromisos gravísimos, que aún si no se llevasen a cabo,
sacan a luz un estado de ánimo más que inquietante. Hay una gradual
omisión de todo lo que hace referencia a nuestro combate, a los
objetivos que Mons. Lefebvre dió a la Fraternidad, que son al mismo
tiempo la razón de nuestra existencia y que justifican el “estado de
necesidad” para que podamos ejercer nuestro ministerio sacerdotal. Si no
existiera un “estado de necesidad”, no se justificaría teológicamente
nuestra no obediencia a Roma, así como tampoco se justificaría la
obediencia a la autoridad que nuestros actuales superiores de la
Fraternidad tanto invocan.
A una política externa sigue una
“política” interna : es decir que dentro de la misma Fraternidad, cada
vez y de una manera más evidente, se está confirmando la existencia de
una política de represión contra todos los que no estén de acuerdo con
la nueva orientación de la Fraternidad. Presionando, acosando,
desacreditando y castigando de diversas maneras a todos aquellos que
manifiesten un desacuerdo. A esto se pueden añadir muchísimos
gestos y declaraciones cada vez más inquietantes. Como la que oyó el
Padre Rafael Arízaga O.S.B. de la boca de Mons. Fellay en una
conferencia espiritual a los seminaristas del seminario de Winona el
ultimo 21 de diciembre: “Por
razón de preservar la unión interna; retiré el documento que decía: ‘no
rechazo todo el Concilio Vaticano II’ lo cual realmente dije”.
Monseñor Lefebvre desaconsejaba ir a las
Misas del indulto así como a las Misas y a los ambientes de grupos tales
como el de la Fraternidad San Pedro, porque estos ambientes están
viciados de raíz en el sentido de que lo que allí se enseña y promueve,
lleva a corto o a largo término a la asimilación con la iglesia
conciliar. Pero si la Fraternidad San Pio X cambia su espíritu y sus
objetivos, ¿no podría llegar a tener ésta un estado semejante, igual o
peor, aún si no se concretizaran por el momento unos acuerdos con Roma?
Yo mismo he constatado cómo
muchos sacerdotes han cambiado su actitud y sus ideas respecto a este
combate de la Tradición contra sus enemigos, y esto con más frecuencia
desgraciadamente en los nuevos sacerdotes. Yo mismo soy víctima de esta
nueva línea en nuestros superiores, llena de omisiones respecto a
nuestra lucha y nuestro combate. Ya en Roma
no se ven muchos enemigos, el optimismo remplaza poco a poco la
desconfianza natural que debería haber hacia los demoledores de la
Iglesia. Mi Superior de Distrito el Padre Mario Trejo me ha prohibido
hablar de estos temas ¡no solo en la predicación sino también en privado! ya sea con los fieles o con los sacerdotes, y esto bajo amenaza de mutación y de severos castigos.
Y puesto que ya no puedo
desempeñar más mi misión como sacerdote dentro de la Fraternidad, la
cual consiste en enseñar toda la verdad y denunciar todo el peligro que
pueda amenazar el bien de las almas, he decidido continuar mi ministerio
fuera de la estructura de la Fraternidad, aún si yo sigo perteneciendo a
ésta, y esto para bien de los fieles que en esta Ciudad de México
quieran recurrir a mi ministerio sacerdotal. Espero que ustedes, así como mis compañeros sacerdotes, comprenderán las razones de esta grave decisión.
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